Friday, August 1, 2008

DESVIANDO LA ATENCIÓN

Son muchas coincidencias. Tras el revuelo de meses levantado en Corea del Sur por la reanudación de las importaciones de vacuno mayor de 30 meses (suceptible de estar infectado por la enfermedad de las Vacas Locas), el cual obligó al presidente a pedir perdón en público dos veces y retroceder en sus planes por la presión de la calle, ahora el tema de discusión pública ha pasado a ser el de la soberanía de la Isla de Dokdo.

Las coincidencias responden a tres eventos básicos: las manifestaciones contra el gobierno por el vacuno americano, la bajísima popularidad del presidente coreano y la visita, el próximo martes 5 de agosto, de Bush a Seúl.

Dokdo, un islote en el extremo oriental de las aguas jurisdiccionales de Corea del Sur en el Mar del Este (también llamado de Japón, otro tema de discusión nacionalista y regional) es de facto de soberanía coreana. Cada vez más a menudo se escenifica un tira y afloja entre Tokio y Seúl para demandar sus derechos territoriales históricos sobre esos tres pequeños peñones.

Hace dos semanas, Seúl volvió a criticar por vía diplomática que Japón diga en sus libros de texto que Dokdo se llama Takeshima y que por lo tanto es territorio nipón -algo que hace cada vez que se va a abrir el curso escolar-.

Pero esta vez, en este lío entró a jugar un nuevo papel Estados Unidos. El departamento de geografía de la biblioteca del Congreso, en un giro inesperado, modificó la clasificación (un código de cifras y letras) de Dokdo y cambió su status soberano a no definido. A los dos días, el presidente de Estados Unidos pidió personalmente que se restituyese el código antiguo, justo 5 días antes de su visita a Seúl, que promete volver a llenar las calles de manifestantes. No obstante, esta vez, gracias a las coincidencias y a este fortuito incidente, ha ganado puntos entre la opinión pública coreana.



Algunas noticias motivadas por el tema de Dokdo:

http://www.koreatimes.co.kr/www/news/nation/2008/07/117_27686.html

http://english.donga.com/srv/service.php3?biid=2008080128218

Este vídeo-anuncio se exhibía en los cines antes de la película. Un famoso robot de animación acaba con los japoneses de una patada de taekwondo:



La publicidad también recurre al tema de Dokdo. Este anuncio de gaseosa se está emitiendo estos días:


Este es un anuncio de KTF, proveedor telefónico, que dice: "La tierra en la que funcionan los móviles japoneses es japonesa; donde funcionan los móviles coreanos es tierra coreana".

Este otro es de las pastillas Tylenol; dice, con el fondo de las protestas sobre Dokdo: "A 48 millones de coreanos les duele la cabeza"....yo me incluyo.

Saturday, June 28, 2008

The story of stuff (La historia de las cosas)

Interantísimo y didáctico vídeo en el que se explica el actual sistema de producción y consumo en 21 minutos. Debería verse en todas las escuelas. Para la versión en español, pasarse por Youtube. Un must-see. Para los exigentes: El guión del corto con sus fuentes


Sunday, May 18, 2008

TAILANDIA. LA FRUTA PROHIBIDA

Es de noche y los 36 grados de Bangkok nos golpean en la cara nada más salir del aeropuerto de Suvarnabhumi. La mafia del taxi nos da la primera vuelta de tuerca. La policía extorsiona a los taxistas que esperan en el aeropuerto para recoger a los incautos turistas, a los que con un poco de suerte se les puede sacar una carrera sin taximetro, pactando el precio de antemano. Paramos a un escandaloso coche rosa, acto seguido llega un todoterreno policial con un megáfono del que salen gritos en tailandés. El pobre taxista nos introduce a trompicones en el coche, mientras todavía discutimos el precio de nuestro viaje hasta el barrio de Sukhumvit. "200 bahts más si me para la policía, van en serio...mirad". Señala a un compañero al que le han puesto el cepo -ese taxi segirá en ese mismo lugar en todas nuestras idas y venidas a este aeropuerto durante el viaje-.
Bangkok se va acercando poco a poco, foto tras foto de los reyes, pórtico tras pórtico en honor a la familia real. Están por todas partes.

Llegamos a Sukhumvit, un hervidero de gente incluso un martes a las dos de la mañana. Todo el mundo bebe y come en la calle. Prostitutas, travestis, tenderos, vagabundos y occidentales rosados y obesos que alquilan su compañía y un gitarrista que les amenice la cena, queman las horas.

Es hora de partir para Krabi, al sur. El sol baña sin clemencia este estrecho de tierra que acaba en Malasia. Desde ahí subimos a un autobús atestado y luego a un bote tradicional que nos lleva a Ton Sai, una playa a la que no se puede acceder por tierra. En Ton Sai viven y se alojan gente de todo tipo: buceadores, escaladores, rastafaris, empleados de los pocos alojamientos de esta tranquila playa, etc. Este lugar es el paraíso: palmeras, aguas turquesas, sol, un horizonte de islas y riscos de calcita; y para más gozo: frutas de todo tipo, pescado y mariscos frescos.

Pero sin embargo, en diciembre de 2004, toda esta zona paradisiaca fue azotada por uno de los mayores desastres naturales de la historia reciente. El Tsunami, originado por un maremoto de 9.4 grados en el extremo oeste del mar de Andaman, dejó 225.000 muertos en 11 países, entre ellos, más de 8.000 en Tailandia, la gran mayoría en esta zona de la provincia de Krabi. No hay signos de la tragedia, no se la recuerda.

En la isla de Phi Phi, donde nos desplazamos al día siguiente, tan sólo los carteles de la ruta de evacuación y un puesto de bebidas en el que venden fotos de la tragedia recuerdan esa Navidad.

Nos marchamos de Phi Phi después de tres días de aguas cálidas, corales, cenas y fiestas en la playa. El día amanece lluvioso, no lo sabemos, pero son los coletazos del ciclón Nargis en el Golfo de Bengala. La tarde se torna tormentosa, tenemos que coger un barco que nos lleve de vuelta a Krabi. La lluvia caliente cae con fuerza y sólo nos quedan 5 minutos para que zarpe nuestro ferry a tierra firme. El muelle está repleto de gente, en su mayoría tailandeses, los empelados de las naves amarradas a ambos lados de la plataforma gritan para que los viajeros se apresuren. De repente, la gente corre para resguardarse lo antes posible del inisitente diluvio. Un hombre nos invita a saltar desde el muelle a cubierta lo antes posible, parece que todo ha terminado. "Krabi?". "No, Phuket". Phuket? Tenemos que salir de este barco cuanto antes, nuestro transporte se encuentra enfrente. Sin perder un segundo y empapados, corremos por entre un río humano en sentido opuesto, mientras nuestros equipajes se enredan en una marea de brazos y maletas. Finalmente, conseguimos alcanzar la pasarela del ferry con destino a Krabi, un puentecito de madera que da bandazos de un lado por el oleaje que impide al barco mantenerse estable. Hemos sido los últimos, no hay asientos en el interior, por lo que la mejor opción es sentarse en la cubierta de proa, con las piernas colgando por la borda y la maleta cubierta por un plástico impermeable. Es hora y media de travesía a través de un leve temporal, al que no le faltan olas que escoran el barco a estribor varias veces.

De nuevo en Bangkok, es turno de entrar en calor y conocer mejor la ciudad. Visitamos las cercanías del Palacio Real, aunque es 5 de mayo, el Día de la Coronación, y no se puede acceder a él. Desandando nuestro camino, algo nos llama la atención, todos los viandantes se han callado de repente y un silencio inusual enrrarece la avenida. Un policía nos hace señales con la mano mientras que un hombre vestido de amarillo -el color Real- nos ruega silencio con el dedo índice.Tras un intercambio de palabras sueltas en inglés entendemos que debemos detener la marcha y permanecer en silencio porque la comitiva Real va a pasar por ahí. Decenas de Mercedes beigh y rojos pasan uno a uno, mientras los tailandeses, pétreos, presentan sus respetos a la figura cuasi-divina del Rey Buhmibol y su esposa.


Sólo nos quedan unas horas más en este país. Saboreamos ese tiempo con una Shinghan entre las manos, haciendo repaso de todo lo que aquí no cabe. Cartel tras cartel, pórtico tras pórtico nos despedimos de Su Majestad camino al aeropuerto, donde aún descansa resignado el taxi inmóvil del primer día.

Tuesday, April 8, 2008

EL AÑO DE LA RATA


2008. China se está abriendo al mundo y este año parece ser clave para atisvar qué ocurrirá en el futuro del "gigante asiático".
Esa es la palabra: futuro. China está cargada de futuro y todos lo saben. El año de la rata ha entrado en Shanghai con una lluvia de fuegos artificiales y una euforia callejera llena de esperanza y dispendios.
La rata, en el calendario chino, es símbolo de astucia, inteligencia y anticipanción, un signo que llega cada doce años con su respectivo elemento asociado (tierra, metal, agua, madera o fuego). Este 3 de febrero, recibimos en las calles de Shanghai el año de la rata de tierra.
Los Juegos Olímpicos esperan a la vuelta de la primavera para rubricar la potencia china y su poderío. Hoy, en Shanghai, las mañanas de febrero son gélidas y húmedas. Las calles están llenas de montículos de nieve gris congelada y la polución es un velo decadente que desluce una vista de rascacielos futuristas en el horizonte. Justamente esta semana, un temporal de nieve ha dejado a medio país incomunicado y ha torcido las vacaciones de muchos chinos que migraron a la ciudad en busca de trabajo y que sólo disponen de estos días para regresar a sus pueblos. El caos, como todo en este país de multitudes, es monumental.
No se puede confiar todo a la astrología, pero los años de la rata asociados a la tierra y el fuego, suelen ser catastróficos según la tradición china. Este año, tan decisivo para la imagen de China en el mundo, cambiará el país.
De todas maneras, Shanghai ya ha cambiado. Las calles de la capital financiera del país comunista son un símbolo de prosperidad jalonada de carteles luminosos. Coca-cola, Pepsi, Samsung, Toyota, Carrefour vierten luces de colores sobre una masa de chinos que se va de compras entre los farolilllos rojos que anuncian el año nuevo. Paseamos por Nanjin Xi Lu, una de las principales calles comerciales de Shanghai. Furtivos vendedores nos asaltan con catálogos de falsificaciones, invitándonos a pasar a verlas a un lugar apartado.
Después de atravesar la Plaza del Pueblo y andar por las amplias calles del centro de Shanghai, llegamos por fin a la orilla del río Huang Pu desde donde se tiene una vista privilegiada de Pudong, un huerto de rascacielos que no paran de crecer y que hace no más de 15 años era un solar de casitas y caminos de tierra. De entre las torres destaca la Pearl TV, un edificio-antena, que se ha convertido en imagen de una nueva estética para Shanghai.
Aquel puerto francobritánico, en el que se gestó el Partido Comunista de China, fue una excepeción de libertinaje e influencia occidental en el Imperio Chino. Los burdeles proliferaban al lado de los fumaderos de opio y el contrabando animaba las tabernas de una ciudad dividida en concesiones internacionales, lo que le daba un aire de Torre de Babel. Durante la ocupación japonesa, Shanghai fue una triste sombra de egregios edificios coloniales usurpados por el Sol Naciente.
Hoy, Shanghai todavía se mantiene esa atmófera romántica, aunque es muy difícil agarrar esta ciudad con adjetivos. Por un lado, cosmopolita como antes; con sus miles de expatriados trabajando en ella. Por otro, tradicional, vieja; con barrios decrépitos. También con sus disitritos financieros y una modernidad sin parangón en Asia; grandes autopistas que se cruzan a varios niveles, entre los rascacielos de cristal más altos del mundo.
Al llegar a Shanghai quise pensar en 2046, la película del director chino Wong Kar Wai. También me recordó a ese futuro tan actual de Código 46, de Winterbotton, en el que Shanghai se ha convertido en una fortaleza multicultural en la que florecen grandes corporaciones y donde lo que hay más allá de las puertas de la ciudad es un desconocido "afuera". En ellas se funde el futuro con el pasado de la ciudad y se reiventa algo que podría dar como resultado esta metrópoli. Un mundo de contradiciones que la hacen única, aunque todavía estemos en 2008: el año de la rata.




Wednesday, February 20, 2008

LA ÚLTIMA FRONTERA DE LA GUERRA FRÍA

El pasado 8 de febrero 22 pescadores de ostras norcoreanos eran conducidos a Panmunjon por las autoridades de Corea del Sur en el mayor de los secretos después haber sido capturados en aguas surcoreanas. Allí, según Yonhap News, fueron transferidos al control del Ejército de Corea del Norte que a las pocas horas, sin distinción alguna de edad y sin juicio previo, los ejecutó a todos. La DMZ (Demilitarized Zone), esa herida abierta en mitad de la península coreana, sigue sangrando desde hace medio siglo. La línea de cuatro kilómetros de ancho que cruza el país de este a oeste entorno al paralelo 38 es hoy más que nunca un obstáculo para la reunificación. La diferencia entre ambas mitades es tan abismal que un éxodo del norte al sur colapsaría el país.

Observando desde el mirador de la montaña de Dorasan, en el extremo sur de la DMZ, se puede divisar Corea de Norte. Por primera vez, cubierto por una neblina blanca, se otéan las casas grises de Gaesong, todas iguales, algunos edificios de apartamentos del mismo gris ceniciento, un hombre en bicicleta vestido de negro. Las montañas peladas de árboles encuadran el aparente desolador panorama del país más aislado del planeta. Al noreste de Dorasan se puede divisar el asta más largo del mundo, del que entonces pendía una bandera norcoreana plegada por la falta de viento.
¡No apunten con el dedo hacia el lado norcoreano!, advertía el sargento Williams, un negro corpulento y bonachón que nos vigilaba desde la parte trasera del bus que nos conducía por la Joint Security Area de Panmunjon, el punto de encuentro de los negociadores del Norte y el Sur y controlado por Naciones Unidas. "Cualquier excusa puede ser utilizada en nuestra contra en posteriores negociaciones, no debemos provocarles". Señalarles con el dedo puede ser confundido con un soldado apuntando su arma.

La tensión es densa como la pose de los soldados surcoreanos; en la caseta donde se desarrollan las conversaciones de paz, permanecen firmes e inalterbales mientras todos nos fotografiamos con ellos frivolizando con el símbolo de la trágica separación de este país. Justo en el centro de la cabaña azul se divide el país con una línea invisible que cruza una mesa, una ventana y que deviene en un pequeño muro de hormigón en el exterior, el cual se extiende por la línea de demarcación atravesando bosques, montañas, ríos y se convierte en el mar en una tortuosa línea por la que las dos Coreas se reparten un racimo de islotes. Un metro en el interior de Corea del Norte es una experiencia que el guía nos invita a no dejar pasar.

Los símbolos son muy importantes en esta zona. El puente que conduce al norte y se se pierde en un desolador camino rodeado de arbustos, es llamado Puente de No Retorno por los surcoreanos, mientras que la senda por la que eran entregados los prisioneros al ejército de Naciones Unidas tiene el nombre de Puente de la Libertad.

Las banderas de ambas partes se alzan inmensas una frente a otra. Los guías surcoreanos recuerdan el hambre que pasan sus compatriotas del norte por confiar en la estúpida figura del lider, al que pintan como un loco gordito que vive en suntuosas mansiones gastando dinero en caprichos. Nuestro guía señala a uno de los puestos de vigilancia del norte y asegura que los militares visten ropas caras y que los habitantes de Gaesong son los más ricos del país. En lado meridional, pasamos cerca del último pueblo de Corea del Sur, un pequeño caserío de agricultores que cultivan pricipalmente ginseng y que por su especial situación llegan a cobrar 50.000 dólares anuales. Hace 20 años, nadie se hubiese aventurado a vivir en este paraje rodeado de campos minados ni por dicha cantidad.

Sin embargo, en la tienda de souvenirs aumenta la sensación de que, en parte, algo es simulado, que hemos asistido a una buena actuación de los soldados, con sus gafas Ray-Ban y su medido cambio de guardia, con el soldado norcoreano asomándose tras los prismáticos, esperando a que alguien le señale. El sargento Williams nos comenta que esas horas en las que los turistas se ausentan y se quedan solos ambos bandos frente a frente a una distancia inferior a 20 metros, no sucede nada. Todos guardan la misma compostura, la cara de enfado, observándose rencorosos. El sargento asegura que hablar con los norcoreanos es un grave delito ya que se exponen a su propaganda. Williams siente pena por ellos, porque no pueden expresarse libremente, aunque recuerda que en los días de verano se les ve esbozar una sonrisa mientras miran ansiosos con sus prismáticos a las turistas occidentales y sus grandes senos. ¡Todos somos humanos!, dice.


Sunday, January 27, 2008

TOKYO: LA METRÓPOLIS

Todas las ciudades están contenidas en Tokio, todo lo que otras no se atreven a ser, Tokio lo es. Todas las historias de ciudad han sucedido y sucederán en Tokio.

Renovada por completo tras la guerra, Tokio se ha inventado a sí misma. Los edificios de platino inmensos e impecables y las autovías que cruzan la ciudad a varios niveles son la alegoría de la ciudad del futuro, un monstruo gigante en el que todos pueden perderse o alcanzar la gloria.

Nadie es raro en Tokio, nadie te juzgará por tu apariencia o tu secretas aficiones, es una intromisión demasiado grande en Japón. Los japoneses son tímidos, hospitalarios y respetuosos, pedir perdón y saludar es normalmente lo mismo.

La ciudad, los mini-apartamentos, los millones de vecinos mudos son una pesada losa de la que los japoneses quieren escapar dejando volar su imaginación. La excentricidad japonesa nos golpeó nada más pisar Tokyo Station en el lujoso distrito de Giza, en un internet-comic-cafe. Estos locales son puntos de encuentro de los adolescentes tokiotas, allí leen manga, navegan por internet, ven películas, comen, duermen y hacen el amor. Eran las siete de la mañana y desde luego era el mejor lugar para dormir, ver porno o tomar un café gratis...así es en Tokio.

Encontrar tu destino en el remolino de vidas de Tokio es el mayor de los desafíos. Para ello, los tokiotas se despiertan cada mañana y toman la determinación de hacer todo con la mayor de las dedicaciones. Como dijo Borges: cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es. Ese instante es el que millones buscan en esta ciudad. En Harajuku las tribus se congregan, grupos homogéneos a los que poder atarse. Para diferenciarse los unos de los otros, eligen su uniforme: hip hop, goticos, muñecas...Dan color a Tokio.

Otros ya han dejado de buscar destino alguno. Las rígidas normas familiares, la frustración en esta cultura del trabajo y el sacrificio le has llevado a recrearse secretamente en vicios individualistas que les hacen la vida más llevadera. En el barrio de Shinjuku se puede elegir la chica que quieres que te acompañe a beber, también observar por una mirilla el baile de una mujer desnuda o comprar ropa interior usada. Mientras, en Shibuja, el ensordecedor chirrío musical del Patchinko no te permite comprender por qué razón se pasan horas y horas frente a esas maquinas de luces esquizofrénicas con el único fin de ganar un paquete de tabaco. El juego del Patchinko, que ha hecho furor entre los japoneses, es una incomprensible sucesión de luces y bolas de metal que se pasean por un laberinto . Los ancianos con la mirada fija y sus máscaras blancas pulsan botones y accionan palanca, mientras un ruido insoportable les descompone en entendimiento. Es tan rentable y popular, que uno de los mayores proveedores de este juego ahora dispone de varias redes del metro de Tokyo y un imperio de empresas y fundaciones.

Por la noche, los cuervos de Tokio dejan de graznar; las luces de los letreros luminosos y las pantallas ayudan a que se asiente la sensación de encontrarse en el futuro. Disfraces, peinados irreverentes y una sucesión de modelos de una originalidad inédita se cruzan a tu paso. Mientras, sobret tu cabeza traquetean trenes, metros, coches, taxis de colores y vuela la afilada balncura del Shinkansen (el tren bala). Música, grandes imágenes de mujeres-anuncio y el ruido completan la escena.

Tokio esta llena de refugios; para tímidos trabajadores de oficina, adolescentes enamorados del Anime, compradores compulsivos...pero también para gente cansada del ritmo frenético de las calles. Existen locales de jazz, oscuros y escondidos en callejones, en los que una atmósfera Beatnik y brumosa ayuda a sumergirse en un mundo de ensoñaciones y relajación. A estos bares la gente va sola, se sienta, enciende un cigarillo, cierra los ojos y deja que su cuello siga el ritmo de John Coltrane, deseando encontrase en otro lugar, lejos del masificado Tokio, lejos de la Metrópolis, un lugar desconocido que ni si quiera existe o que se comió el pasado.

GRACIAS, GUIRIS!!!

Supongo que fuera de Corea se sabrá muy bien lo que pasó el pasado diciembre con aquel petrolero que colisionó con otro barco provocando el mayor vertido de crudo de la historia del país. Lo digo porque aquí la noticia no fue tan aireada como en el El País, la BBC o el NYT, subiendo el tema a portada. Aquella semana para la prensa coreana era más importante cubrir la fuga de un hombre que había matado a un soldado, robándole dos fusiles. El vertido seguía en un segundo plano después de que hubiese afectado la reserva marítima más importante de Corea.

Cierto es que la cobertura mediática no fue la más esperada para alguien que vio lo que pasó con el Prestige en España. Sin embargo, la reacción para limpiar el vertido fue muy rápida.


Cuando Manolo, Ga Young y yo llegamos a la zona ya habían abierto caminos en las colinas de la costa y hasta habían construído un helipuerto. Había pasado un mes y la costa de la región de Taean aún olía a queroseno y salitre. Una vez el autobús alcanzó lo alto de la colina pudimos observar la belleza del lugar, rodeado de bosques sobre la escarpada orilla. Todo hubiese encajado de no haber sido por lo negro de las rocas. Estabamos en zona militar, jeeps y grupos de soldados iban arriba y abajo junto con los voluntarios venidos de todas partes....eso sí, todos coreanos. Manolo y yo eramos los únicos extranjeros y por eso nos dedicaban saludos y miradas curiosas mientras limpiábamos las rocas, el trabajo más frustrante e inútil de mi vida.
Una semana después Ga Young nos dijo que ese reconocimiento había trascendido y que aparecíamos en la paágina web de una televisión privada que organizaba viajes a la zona. En el reportaje en coreano, aparecemos limipiando denodadamente, sobre un pie de foto que dice: Voluntarios extranjeros también vinieron a limpiar. Gracias!!!

LA RUTA JEMER

Precisamente la mañana que abandonaba Phon Penh camino de la frontera con Vietnam cientos de personas se manifestaban frente a la sede del Tribunal Internacional que investiga y juzga los crímes de los Jemere Rojos, un grupo comunista-maoísta que en tan sólo cuatro año en el poder asesinó una cuarta parte de la población de un país de 8 millones de habitantes y provocó otros tantos desplazados.

Los cráneos cruzados por balas son el mejor testimonio de aquella masacre, se apilan en la prisión de Tuol Sleng, un macabro museo que recrea las torturas a las que eran sometidos los prisioneros políticos. Las celdas, apenas aptas para que el presionero durmiera en posición fetal, no han sido tocadas desde entonces. Los manifestantes de aquella mañana pedían que por fin se compense su angustia y se castigue a los culpables, muchos de los cuales han muerto disfrutanto una tranquila senectud.

Al salir de Tuol Sleng se levanta la prohibición de reir, pero no quedan ganas. Unos cuantos hombres con las extremidades amputadas por las minas terrestres piden limosna, dólares preferiblemente. Al otro lado de la acera nos espera nuestro conductor, sentado en el Tuk-tuk. Corremos, culpables.

Phon Penh fue una hermosa capital colonial, brillante bajo el sol tropical, como una joya del imperialismo francés en Campuchea. Al acercarnos a ella por el único puente que la une con la otra orilla del Mekong (construido con la ayuda del gobierno japonés), la desolación se hace más palpable, el caos, el ruido y la suciedad se amplifican con el calor de diciembre.

Décadas de guerra han dejado hondas brechas en las calles, en la gente. Los todoterrenos de la ONU dejan más claro aún que este país empieza poco a poco su recuperación después del trauma de las guerras que sucedieron a la independencia.

En la frontera con Vietnam, en el paso terrestre de Moc Bai, me vino a la mente la odisea que pasé para conseguir renovar el visado que me permitiese regresar a Ho Chi Minh. Fue en Phon Pehn....nada más llegar a la estación cojo mi equipaje del baúl del autobús, observo el caos de motoristas que se ofrecen a llevarte sonriéndote, sudorosos, con una afectada simpatía. Un motorista enviado por el hostal nos espera, todos los demás se van a darse una ducha. Son las tres de la tarde de una Nochebuena tórrida, asfixiante...Extranjero es símbolo de solvencia en este país, así que pido al motorista que me lleve a la Embajada vietnamita, al otro lado de la ciudad. Shiad arranca su moto, tras indicar a los demás un tuk-tuk de confianza para ir al hostal. Vamos volando del sur al norte. Rodeándonos: más motos, tuk-tuks, un caos de carros y gente; vendedores, pícaros, niños y todoterrenos japoneses último modelo. En los cruces, indico con la mano nuestro giro y golpeo la chapa de los coches para que sepan que allá vamos. No fue tan difícil conseguir el visado...

De camino a Ho Chi Minh, todo son cabañas de hojas de palmera y caña, arrozales y bombas de agua manuales. Es como estar en un escenario de Platoon, pero sin napalm. Pocas cosas han cambiado...las bombas de agua, me figuro.

Angkor era parecido. El centro espiritual del país, un milenario conjunto de templos en medio de la selva que sobrecoge por su monumentalidad. Los niños venden artesanías, los locales viven del turismo haciendo gala de su multilingüismo y de su hermosa tierra. Los menos afortunados aún se dedican a la pesca. Cerca de Angkor está Tonle Sap, el lago más grande de Asia del Sur, un prodigio de fertilidad similar al Nilo, que se nutre de un extraño fenómeno que hace retroceder las aguas del Mekong hacía el lago. Allí decenas de pequeñas aldeas flotantes bregan con las enfermedades y la pobreza entre aguas cada vez más mefíticas. Los niños nadan, las madres preñadas venden bananas y los turistas hacemos fotos pensando que en pocos días podremos, por fin, cruzar la frontera.
FLOATING VILLAGE IN TONLÉ SAP

Tuesday, January 1, 2008

YOU MOTORBIKE SIR?

En la terraza del Hotel Rex el sofocante calor de Saigón parece disiparse lentamente frente a una vista de hoteles y tiendas con las cornisas repletas de la nieve artificial de la decoración navideña. El café Sua Da helado también ayuda a olvidar por un momento el bullicio de las calles del centro donde una marea de motos, peatones y vendedores callejeros se mezclan en un caos en el que reina un orden y ritmo inexplicables. Este hotel fue alquilado en exlusiva para las fuerzas armadas norteamericanas durante la guerra. Si se deja jugar a la imaginación, puedes ver a unos cuantos soldados de permiso disfrutando de una cerveza fría sobre las cabezas de los vietnamitas del sur donde se cocina un ruido de claxons, complots y masajes con prostitutas. Los helicópteros van y vienen del frente.


De todas formas, eso queda muy lejos ya. Gucci, Louis Vuiton y el Hyatt han colonizado las principales calles de Saigón y la estatua de acero Ho Chi Minh (El Tío) está plantada frente al antiguo palacio de gobierno de los franceses. Las banderas con las hoz y el martillo ondean en los edificios gubernamentales y la embajada de Estados Unidos (desde donde partieron los últimos nortemaricanos tras la caída de Saigón) se ha renovado casi por completo.

Salir a la calle en Saigón o Ho Chi Minh City (como se prefiera) es una odisea. Se estima que hay tres millones de motos en la ciudad y en ellas se puede llevar casi cualquier cosa: a los tres miembros de la familia, maletas, cajas y si te pones hasta un colchón.


En Asia siempre serás y parecerás un extranjero, sin ojos rasgados no hay lugar a dudas. Por eso, en Saigón, no puedes evitar que todos te persigan para venderte algo. En una calle atestada de gente te rodean y mientras andas te llaman con ademanes, te gritan; los taxistas desde la calle pitan y te invitan a subir y los mototaxis te cortan el paso para preguntarte en Vietglish:


- You motorbike sir?
- No, thanks (dudar dos segundos antes de decirlo es la perdición)
- You want city tour, museum, shopping, massages, girls...?
- Where are you from?
- I'm from Spain
- Spain? Where are you going?
- I'm just walking around
- Where?
- Joder
- Amigo!!!

Wednesday, December 5, 2007

EL HORMIGUERO

Seúl ya no vale, no es una capital útil, se ha quedado pequeña y encerrada entre montañas. La gente se da a la rutina con un sexto sentido y unas normas tácitas que permiten abordar el día a día y evitar tropiezos. En el subterráneo, se podría caminar con los ojos cerrados durante unos pocos metros sin que nadie se tropiece contigo, han conseguido una destreza inconsciente que les permite predecir los movimientos de los otros, la distancia y el camino más corto hacia el andén o la salida. Hay puntos en los que grupos de gente en distintas direcciones se encuentran, aunque el espacio sea el justo para ese número de personas, las trayectorias no se interrumpen unas a otras y nunca se frena la marcha, sino que se recalcula el recorrido. Es la pura razón en el caos.
Los seoulitas realizan la mayor parte de sus traslados bajo tierra, en pasos subterráneos que en invierno se convierten en refugios agradables. Una estación de metro puede tener hasta quince salidas y estar conectada a ramificaciones que conducen a edificios, tiendas o simplemente funcionan como nexo entre dos aceras.
Porque en Seúl, los pasos de cebra están para los que por casualidad o despiste se han quedado en el exterior y no saben como cruzar la calle. A los semáforos hay que pillarlos como al último metro, a la carrera. Si cambia a rojo justo cuando pones el pie en el bordillo, tendrás que esperar entre 5 y 7 minutos, una eternidad en una ciudad como esta. Los coches siempre tienen preferencia y los sémaforos que regulan los pasos de cebra están la mayor parte del tiempo abiertos al tráfico rodado, de otra manera los atascos serían mucho mayores de lo que son y la ciudad sería ingobernable; autobuses, motos, coches particulares y taxis permanecerían inmóviles, helados, justo momentos antes de que la eterna paciencia del coreano desapareciera.
Y es no se oyen bocinas, en ese endiablado tráfico no se escucha apenas protesta. No tienen en cuenta lo relajante que es dar un puñetazo en el centro del volante para reñir a los desconocidos que van en los otros coches.
Esta ciudad de 20 millones de habitantes se las arregla como puede para no perderse en la locura, y lo cierto que es que la tienen bastante contenida. No se ven excesos, ni los típicos personajes que se sientan en una calle a gritar sus desgracias, Seúl es de una homogeneidad agobiante. Para sobrellevar el trajín diario se abrazan a su teléfono móvil y su pantalla de televisión-vídeo-música portátil. Es curioso observar como la mayoría de los usuarios del transporte público tienen el móvil fuera de su bolsa y lo aprietan entre sus manos aunque no lo estén usando. Es un hilo que los une con la realidad. Los amigos no se ven muy a menudo, el trabajo y el estudio son un deber ineludible.
...Y vuelta a empezar

Sunday, December 2, 2007

A TOMAR LAS CALLES!!

...Only one solution. Revolution!! Así de tajante y poco concreta es Song, funcionaria del Ministerio de Trabajo surcoreano, mientras, no para de insistir en que haga fotos a ella y a su amiga. La manifestación de hoy, a dos semanas de las elecciones presidenciales, es una especie de compilación de las anteriores. Esta vez, se protesta contra el Free Trade Agremment con USA, contra el presidente de Samsung, por estar implicado en casos de corrupción y tráfico de influencias, contra la guerra de Irak y a favor del empleo estable.


La izquierda coreana lo tiene crudo, esta vez la marcha ha sido prohibida y Han nos dice que es probable que se produzcan choques con la policía e incluso que se utilicen cañones de agua...a 2 o 3 grados centígrados, como estamos, no hace mucha gracia. Frente al cuartel general de Samsung se van concentrando cientos de personas, con fotos, carteles y banderas. Los policías, corren, arriba y abajo, cerrando y abriendo el cerco en la pequeña plaza.

La marcha comienza a dirigirse al centro de Seúl, mientras los policías abren un pasillo en una de las avenidas de la ciudad. No pasa nada, se permite la marcha. Lo mejor empieza cuando legamos a Myong-Dong, uno de los barrios comerciales más importantes y transitado de la ciudad. La mezcla de gentes, luces, vendedores y altavoces, convierte una estrecha calle de Myong-Dong en una esquizofrénica feria.


Los manifestantes, antes claramente separados por organizaciones y asociaciones, ahora se mezclan unos con otros, confundiendo consignas, carteles y banderas. Los que protestaban contra el FTA, ahora gritan por megáfonos junto con los jubilados. Los que llevan carteles y fotos grandes se colocan a los lados de la marcha para mostrarlos a los que andan por las aceras y a los que salen y entran de las coloristas tiendas. En medio, los tenderetes ambulantes se unden cada vez más en la multitud con su carga de dulces, castañas asadas y bisutería. El humo de los vendedores de pasta de arroz cocida emerge entre las cabezas de la turba, el frio son alfileres en las manos.


Para aumentar la sensación de irrealidad y caos, aparece un grupo predicadores evangelistas que gritan por los megáfonos en chino y coreano. Cargan con grandes carteles y luces en la espalda y visten una banda amarilla con cruces. Repiten una y otra vez lo mismo, mientras se abren paso en sentido contrario a la manifestación: "Los que creen en Jesún irán al cielo, los que no al infierno". La tensión parece aumentar, sobre todo porque unos minutos antes la marcha anti-capitalista se había parada frente a las puertas de una iglesia a gritar. Los policías se parapetaron delante y unos hombres rozando la ancianidad con brazaletes y gabardinas negras los comenzaron a dirigir poniéndose al frente de ellos. Daba la sensación que en cualquier momento iban carraspear y a soltar un tembloroso grito, para que comenzara la trifulca. Pero de nuevo, no pasó nada.

Dando codazos por un río de gente, rodeados de luces y gritos, conseguimos abrirnos hasta un cruce. Alli, con una camioneta se ha improvisado un escenario. Los abuelos se sientan al frente y comienza el griterío. Se reparten velas, que no pueden compertir con la decoración navideña. De repente al otro extremo de la calle aparca otra furgoneta y despliega otro escenario; viene Kwon Young-ghil !! Así, la mitad de los que habían comenzado a prestar atención al discurso se desplazan a la otra parte de la calle.

La política coreana es única, creo que ya lo dije. No os perdáis como presentan al candidato número 3 para la próximas elecciones, al laborista Kwon Young-ghil . La letra más o menos dice: EL 19 de diciembre, vota al número 3, Kwon Young-ghil !!!





Friday, November 30, 2007

LOST IN TRANSLATION

Imaginaos que de repente, tras 15 horas de viaje en avión, te sueltan en una ciudad hiperactiva, caótica y sin nada familiar. Al día siguiente y tras dormir dos horas, por efecto del jetlag, te empujan ahora a una clase donde nadie habla tu idioma, ni siquiera el recurrente inglés. Nada. Y de repente escuhas esto:

boomp3.com

Así fue mi segundo día en Corea y el primero en clases de coreano. Ni idea de leer, escribir y mucho menos hablar. Con cuatro días de restraso y con unos compañeros de clase que ya habían hecho sus pinitos con el hangul, la impresión fue de infarto. Todos repetían algo que no eras capaz de descifrar. Lo leían y tu sólo sabías que ㅣ equivalía a nuestra "i", la regla mnemotécnica era sencilla. Pero qué pasa con éstas?: ㅏㅐㅣㅗㅜ, ahora sé que son nuestras queridas a,e,i,o,u, las que aprendimos en párvulo. Éramos párvulos barbudos en una clase de nivel intermedio de coreano. Yo sólo acertaba a estirar el cuello, decir "sorry?" y poner cara de corderito degollado. "Tierra, trágame...."

Ahora ya entro en clase y saludo en coreano. Y cuando la profesora me pregunta por qué he llegado tarde puedo decirle, más o menos correctamente, "me he quedado dormido". Incluso puedo seguir la lectura en la pizarra y componer frases sencillas. Quién lo diría?

Todo es un poco más familiar y empiezo a moverme con más soltura por la ciudad. Los taxistas a veces me entienden a la primera y las 아주마 (camareras de mayor edad) saben que quiero para comer. Aún tengo mis limitaciones, pero sé leer un menú en coreano y pedir mi comida favorita (Bulgogi) . Incluso, como un coreano más, pico un poco de kimchi (no demasiado) y me hago con un Kimbap cuando aprieta el hambre y tengo prisas. Por ahora he evitado el perro pero no los calamares crudos.

Asia ahora es mi casa y muchas de las costumbres de sus gentes se han convertido en las mías. Como este mundo se mueve por estereotipos, aquí os adjunto un tema que explica qué es ver las costumbres asiáticas desde fuera. Eso sí, en Seúl se baila la "foquín gasolina" como en todo el mundo. Escuchad esta pieza para pillar el chiste:
boomp3.com

Un snack coreano: larvas de gusano caramelizadas, muy demandadas en los días fríos.

Wednesday, November 21, 2007

LA POLÍTICA BAJO CERO

Más de 1.200 surcoreanos están desplegados actualmente en la zona noroeste de Irak, conformando el tercer contingente más numeroso de la fuerza multinacional que ocupa un país desangrado por una posguerra inhumana. Las elecciones en Corea del Sur están a la vuelta de la esquina y la política está que arde. Las movilizaciones callejeras son una parte importante del márketing político coreano y son únicas por la vehemencia que se pone en ellas.

La retirada de las tropas de Irak es uno de los temas que se dirime en la Asamblea Nacional y tiene como más ferviente defensor a Moon Sung Hyun, del Partido Democratico Laborista. Este partido ya mostró su fuerza congregando, junto con los poderosos sindicatos, a más de 20.000 manifestantes frente a las puertas de la embajada americana para protestar por la firma de un Tratado de Libre Comercio entre USA y Corea. Sin embargo, el Korea Way se impuso y se destinaron 25.000 policías a contener a los manifestantes.

Por pequeña que sea la protesta la regla siempre es la misma: que el número de manifestantes no supere al de policías. Los imberbes agentes y antidisturbios forman frente a los que protestan para cumplir esos dos años en el limbo de la disciplina.

El pasado domingo, nos decidimos unir a una marcha contra la presencia de tropas coreanas en Irak organizada por el partido Laborista y formaciones de izquierdas, por curiosidad y simpatía.
Han (한) no dejaba ni un minuto que nos perdiésemos en el torrente de palabras en coreano gritado que vertía una chica de edad indeterminada por los altavoces en una plaza de Myong Dong. Han, el joven de la sonrisa gentil con la que nos explicó un día antes en el metro de qué iba todo esto, frunce el ceño y desenfoca la mirada cuando trata de explicar por qué Corea es un nido de corrupción y clientelismo. Es miembro del partido laborista.

La chica, que hace un momento estaba gritando en el micrófono de la camioneta-escenario, se encuentra frente a nosotros (los únicos occidentales entre 300 manifestantes) y nos saluda sonriendo e inclinándose. Ahora es el turno de un exmilitar coreano, dice Han. Pide la reitirada de la presencia extranjera de Irak, de Afganistán y de Líbano, ni una palabra sobre los 25.000 militares norteamericanos que se acuartelan en Corea del Sur.

Nuestro amigo nos pone en contexto. En este país la gente joven es mayormente antiamericana y apoyan una salida de las tropas americanas de sus bases, en su opinión son una fuerza de ocupación que juega a geopolítica en su territorio. Sin embargo, para los mayores, como para el militar -que ahora pide que se le repitan consiganas desde el escenario-, Estados Unidos ayudó a este país con la vida de sus caídos en la Guerra de Corea y eso no lo olvidan.

El frío no me deja pensar, estamos bajo cero, seguro. De repente, me doy cuenta que estamos rodeados de cámaras de fotos; fotógrafos ocasionales y profesionales nos acribillan a disparos de obturador, damos la nota. Los camaradas nos saludan y nos pasan carteles con lemas antibélicos. Con el frío que hace, pronto nos arrepentimos de ser tan solidarios.

La chica sube de nuevo, esta vez lanza consignas que todos repiten, incluso nosotros, Han traduce: "No a la guerra", "No a la ocupación", etc... Repentinamente, la mujer de edad indeterminada pronuncia palabras familiares como Spain, Aznar, Italia, Berllusconi, Blair .Nos giramos hacia Han, las miradas lo explican todo. Por lo visto, ha recordado las manifestaciones contra la guerra que se dieron en España, Londres o Roma y que a la postre hundieron a los respectivos presidentes (quien quiera que obvie el caso español). "Son un ejemplo para nosotros", dice Han. Los que estuvimos en aquellas marchas previas a la invasión le recordamos las cifras de aquellos días en Madrid.
La cosa va a más cuando la chica de los gritos, no sé cómo, se dirige a nosotros, concretamente a mi. Han me empuja levemente...."No querrán que hable?", la gente de las primeras filas se gira, nos jalea y aplaude. "Saluda", dice Han.Uffff.... Me inclino y en nuestro honor se grita diez veces "STOP THE WAR".

Continuará.....

Tuesday, November 13, 2007

LA PAZ DE UN PAÍS EN GUERRA


Tanto para el sur como para el norte, Corea es una y el único fin posible es que la península tenga un solo estatus que abarque desde la frontera con China hasta las islas del mar del Japón. Desde 1950 los dos países están técnicamente en guerra, sólo templada por un armisticio que ha permitido a la familia Kim perpetuarse en el poder a costa de un pueblo que se muere de hambre e ignorancia y a Corea del Sur crecer después de muchos desencantos y con una democracia joven en la que apenas empiezan a denunciarse casos de corrupción y soborno.

Los tímidos pasos hacia la firma de un tratado de paz que ponga fin a décadas de separación parecen estar a punto de dar sus frutos, aunque la soberbia puede dar al traste una vez más con la buena voluntad de los que no saben de intereses.

La guerra aquí es un velo de niebla como el que se cierne sobre Seúl los días húmedos y pesados de otoño. Al norte, un país de corte estalinista dedicado a las armas, tiene a miles de famélicos soldados fieles al Querido Líder Kim Jong Il estratégicamente acuartelados en las cercanías de Seúl y apostados a los largo del paralelo 38. Corea del Norte es un país aislado (apoyado apenas por China) que agoniza cuando llegan las lluvias.

Pero los estertores de la paz parece que van a acabar con la tensión bélica. La semana pasada los pesos pesados de Hyundai se trasladaron a Corea del Norte para mantener conversaciones directamente con Kim Jong Il, y cerrar un acuerdo de miles de millones de dólares que permita utilizar la mano de obra norcoreana (la más barata de Asia) y el intercambio comercial entre las dos Coreas. Incluso se habla de proyectos entre Pyongyang y el conglomerado Hyundai para perforar pozos de petróleo.

En el futuro, los viajes turísticos a las montañas del norte de la península se multiplicarán y la ciudad de Kaesong (a una hora de Seúl por carretera) se convertirá en el primer centro industrial de Corea del Norte.

En estas, Kim Jong Il ha decidido desmantelar sus centros de producción nuclear y de ofrecer gestos de buena voluntad a Estados Unidos. Los americanos, por su parte, decidieron hace tiempo trasladar sus bases en el centro de Seúl y llevarlas a las afueras (Corea del Sur pagará la mitad de este gasto). Además, los 28.000 efectivos que tiene el US Army en Corea pasarán 25.000 en 2008, poca cosa.

Pero la guerra sigue ahí, como la niebla. Los soldados norteamericanos, jóvenes, pelados y rosados, toman las discotecas de Hongdae e Itaewon los fines de semana. Muchos locales han decidido no tener problemas a la hora en que los oficiales pasan a recoger a los reclutas más juerguistas y cuelgan en la entrada un claro NO GI's.

Corea del Sur también tiene un poderoso ejército que se nutre con cientos de miles de jóvenes obligados a realizar dos años de servicio (después, es un requisito para encontar trabajo). Los veinteañeros pasean abrazados a sus novias, vistiendo uniforme de camuflaje entre la multitud que brega en las aceras de las calles comerciales. A pesar de todo, Estados Unidos sigue teniendo el mando de la guerra, y ante una hipotetica hostilidad del Norte, ellos serían los últimos en decidir qué hacer. De hecho, sólo desde 1994 Corea tiene el control de su ejército, de sus chavales.

La bruma se extiende dentro de casa, en el salón, en la televisión. Ahí, el canal de las fuerzas armadas norteamericanas, el AFN, dispone de una frecuencia preferente. En él se emiten discursos de militares de veteranos, consejos para mantener la disciplina tan lejos de casa, noticias sobre el estamento militar y series norteamericanas de los '80. El 1 de noviembre, por fin, algunos paquetes de cable decidieron que eliminaban el AFN de su oferta, siempre y cuando se trate de clientes civiles. En las antenas analógicas el AFN seguirá teniendo un hueco.

En Seúl, se pueden oír las arengas impreganadas del ideario Juche dirigidas al "pueblo en armas" de Corea del Norte. Sólo se necesita una televisor con el sistema PAL (el europeo) y se podrá "disfrutar" de horas y horas de desfiles militares, libelos, discursos anti-imperialistas y canciones en honor a Kim Il Sung.

Otro signo de que éste no es un país normal se encuentra en internet. Es imposible acceder a las páginas web, más o menos oficiales, de Corea del Norte, da igual donde se encuentre ubicado el website. El Comité para la Seguridad en Internet vela por que no se filtre información del enemigo. Corea del Sur es uno de los países con mayor índice de conexiones per cápita, pero, del mismo modo, mantiene una férrea censura en páginas pornográficas y norcoreanas según un informe de Reporteros sin Fronteras que denuncia "la preocupante intromisión del Estado en internet". Del mismo, modo no se puede contactar telefónicamente con Corea del Norte -ya lo he intentado-.

Corea busca la paz entre la niebla, en la zona más caliente del norte de Asia. El sábado, veré el Norte desde el lado correcto de la frontera, Panmunjon debe ser como un parque temático.

Monday, November 12, 2007

METROPOLITAN DIARY

Inauguro en la columna de la derecha uno de mis rincones favoritos en la prensa actual. No hay un lunes que me pierda METROPOLITAN DIARY del NYT (el mejor periódico que he leído). Echo de menos el privilegio de compralo por 50 centavos todos los días y leerlo al lado de los leones de la NYPL. He dejado pasar mucho tiempo para compartirlo con todos, pero ahí está por fin --------------------->

EL DÍA DEL PEPERO


La semana pasada me llevé una sorpresa mayúscula cuando, paseando por la calle que va de la universidad a la transitada Sinchon Rotary, me encontré un gran cartel que decía: I LOVE PEPERO. Al igual que a los lectores españoles, a mí me vino a la cabeza ese personaje español que viste cinturón rojigualda -tiro de tópicos- y que cree que Aznar siempre ha sido lo que se llama un estadista. Aquí, en Corea, en el día del Pepero, no se emiten programaciones especiales en Telemadrid y la Cope, ni se organizan un desfile de polos en la Pachá. Aquí, no pasa de ser un día señalado (11 del 11) en el que las parejitas se regalan unas chocolatinas de la marca Pepero (빼빼로). Es una especie de San Valentín que se inventó algún creativo de publicidad del chaebol Lotte, la comapañía que vende estos palitos de galleta y chocolate. La oficiosa celebración se ha convertido una tradición que todos siguen. En este país esas excusas romanticonas tiene mucho éxito.
Por cierto, removiendo esto del Pepero he recordado una grabación mítica:
http://www.youtube.com/watch?v=cBqQUCae2cE