Friday, November 19, 2010

Doyobi


El alba estaba en silencio y se desangraba como una granada apuñalada que bañaba el cielo de un jugo rosa. Los reflejos del gigantesco cilindro plateado de Roppongi Hills se elevaban sobre los techos bajos de Minami Azabu como una nave espacial apunto de consumir la ciudad. En el mínimo zaguán de casa estaban los zapatos de tacón de Junko, siempre nuevos, diferentes, listos para despertar los más primitivos deseos de arrancarle a Tokio la callada armonía.
La puertas de papel, el tatami y las botellas vacías nos escoltaban. Un aire fresco y la luz pálida de leche nos acariciaron. Las medias, el cabello como largas lenguas y los susurros dieron la bienvenida al inusual sol de aquel domingo.

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