Friday, November 7, 2008

TURISMO EN TIERRA DE NADIE


Viajar es lanzarse a lo desconocido, a la incertidumbre de qué será lo que realmente descubriremos fuera de las líneas de esa guía que tenemos en nuestras manos. Pero en realidad la mayor parte de nuestro recorrido forma parte de una ruta planeada que muchos han andado ya y que, dinero mediante, se convierte en la forma más eficaz de meterse ese país en el bolsillo con los pocos días de que disponemos. 

No obstante, fuera de los límites de esa ruta y esas tablas de horarios, hay mucho más, algo que en esas dos semanas no nos dará tiempo a descubrir. Son las sombras de niños que se mueven al borde de las plantaciones de palmera y miran curiosos el coche veloz que nos lleva a ese enclave donde se concentran hombres y mujeres de tez blanca y cabellos rubios. 

El extremo oriental de Borneo es un destino turístico minoritario, sólo frecuentado por buceadores más o menos expertos. La parte malaya de la isla es un vergel sofocante deslucido por monótonas plantaciones de palmera para aceite. Semporna es una de las ciudades más orientales de la isla. La mezquita es el único edificio con un mínimo interés. Las niñas enfundadas en sus velos negros pasan sonrriéntes por entre los turistas, mientras que la lonja a nuestro lado hierve en una actividad frenética. 

De repente, tras el ya normal trasiego de coches con las banderitas de Malasia, aparece una furgoneta con cuatro hombre armados con fusiles. En ese momento recordamos lo que dice la guía: "En 2001, 20 personas, entre ellos varios turistas, fueron secuestrados por Abu Sayaf en Sipadam". Precisamente, la isla a la que tenemos pensado dirigirnos. Pero por el momento, no hay de que preocuparse. Vamos a nuestro hotel, buscamos nuestro club de buceadores y nos cenamos un pescado que hace poco nadaba cerca de nuestro palafito. 

Semporna, en la provincia de Sabah, es un pueblo de pescadores que viven sobre el mar. Sus barracas de madera y chapa se raciman a la orilla somera del Mar de las Célebes. Las aguas turquesas de la ciudad están plagadas de barcos muertos o agonizantes. Cerca de estos esqueletos de dinosaurios de madera, nadan los niños de Semporna; ellas, con velo, chapotean en las cálidas aguas de la bahía.

A la mañana siguiente cuando salimos al mar en busca de arrecifes, nos cruzamos con las pocas lanchas que llevan a los buceadores a sus puntos de inmersión. A veces aparece alguna fueraborda militar cargando ametralladoras y personal, pero lo más común son a las típicas piraguas monoplaza a motor de los habitantes de Semporna. 

Nosotros vamos a Sibuan, la isla de los niños. La isla es una almendra de arena blanca y escasas palmeras que se eleva unos metros del mar. Los habitantes, según nos contó luego una turista preguntona, eran inmigrantes filipinos del cercano archipiélago de Sulu. Los moradores de Sibuan viven es cabañas hechas con hojas de palmeras, aunque frente a ellos flota siempre su barco-casa en el que ondean banderas de vivos colores. Las niñas visten largas faldas y cubren su rostro con una arcilla blanca que las protege del sol. Es como ir 100 años atrás, lo único que nos une al presente son los utensilios de plástico y los buceadores, que se han convertido en una atracción para los niños que por un dólar suben a una palmera para brindarte un coco.

La última isla que visitamos fue Mantabuan una aunténtica isla desierta para Robinson Crusoe. Normalmente nadie se aventura a adentrarse en la isla, la playa es la zona más segura y nunca pasábamos más de 45 minutos en aquellos islotes, cercanos al territorio autónomo de Mindanao,  donde campan a sus anchas Abu Sayaf y el Frente Moro de Liberación. A veces nuestro instructor lo comentaba de pasada: somos muy pocos extranjeros aquí y no sería la primera vez que los secuestran para pedir un rescate. Nadie dice nada, nadie lo toma realmente en serio, este lugar es un paraiso. Isla adentro, destrás de la segunda línea de palmeras, un retén militar malayo nos observa tras sacos de arena, tampoco dicen nada, pero sigen apuntando con sus armas hacia el arrecife.



Saturday, November 1, 2008

Thursday, October 9, 2008

¿QUIÉN DIJO CRISIS?

La evolución del tipo de cambio de Euro a Won sigue al alza a pesar de la crisis económica mundial, incluso después de que la moneda europea se haya abaratado frente al dólar. Si el Euro cae el Won lo hace más rápido. Ahora el dinero español en Corea cunde un 80% más que hace un año.

Tuesday, October 7, 2008

ACTRICES SUICIDAS

La semana pasada murió en un aparente suicidio la actriz Choi Jin Sil, a los 39 años de edad. La súbita muerte de esta famosa protagonista de telenovelas y show televisivos en Corea se ha convertido en una tragedia nacional que ha conmovido a toda la opinión pública. Dicen que Choi no pudo soportar la presión debido a los rumores que circulaban sobre su relación indirecta con el suicidio de otro conocido actor dos semanas antes por problemas de dinero. Su madre encontró el cuerpo inerte de su hija en la bañera la mañana del jueves, 2 de octubre. Desde ese momento las las televisiones han estado emitiendo especiales constantemente e incluso el gobierno se está planteando poner límites a los foros de internet, donde surgieron los rumores

Pero Choi no ha sido la única. Al menos media docena de populares intérpretes coreanos se han quitado la vida en los últimos dos años. Los casos de actrices son los que más han conmocionado al país.
 El drama del suicidio no está limitado a las grandes estrellas, más bien es al contrario, se ceba entre los jóvenes entre 20 y 30 años que no encuentran salida al estricto sistema social coreano. Fracasar en el examen de acceso a la universidad -en el que sólo dos universidades se disputan los futuros empleados de la élite Samsung, LG o Hyundai-, el paro y la soledad, han elevado el índice de muertes autoinflinjidas a 25 sobre 1.0000 habitantes, el mayor del mundo por delante de Japón o Finlandia. Yo, por mi parte, soy muy feliz aquí y a quien le entré la pena que me llame.



Choi Jin Sil. Actriz. 2 de octubre de 2008. 39 años


Jeong Da Bin. Actriz. 10 de febrero de 2007. 26 años



U'Nee. Actriz y cantante. 21 de febrero de 2007. 24 años




Lee Eun Ju. Actriz. 22 de febrero de 2005. 24 años

Tuesday, August 19, 2008

MEGUMI, UN FANTASMA DE 13 AÑOS

Megumi Yokota tenía trece años cuando desapareció. Su figura es un fantasma que atormentó a sus padres durante 10 años, justo cuando supieron que podría seguir viva en Corea del Norte, a donde dicen que llegó a bordo de un barco espía norcoreano tras haber sido secuestrada frente a la costa de una pequeña ciudad japonesa. Me atormenta la imagen de una niña en las bodegas de la nave, húmedas y oscuras, cruzando el mar rumbo a un país desconocido.
Megumi desapareció el 15 de noviembre de 1977 de la ciudad de Niigata, en la costa oeste nipona. La joven, en su uniforme de colegio, con camisa blanca, cargaba su raqueta de badminton y una mochila oscura, cuando se desvaneció. 

Ningún investigador pudo determinar la suerte de Megumi, hasta que otra mujer, Kim Hyon Hui, aseguró haber visto a la niña, ya mujer, en Pyongyang. Hyon Hui, nació dos años antes que Megumi, y tuvo una adolescencia plácida como hija de un diplomático norcoreano destinado a La Habana. Pero Kim Jong Il tenía otros planes para ella. Hyon Hui, una hermosa veinteañera, fue propuesta como agente encubierto. Hyon Hui recibió un completo entrenamiento con el fin de hacerse pasar por una ciudadana japonesa. El objetivo de su misión le fue revelado poco antes de acometerla: hacer estallar un avión de Korean Air con 115 personas a bordo en pleno vuelo.  Era el año 87. Megumi tenía 23 años

La trágica historia de estas dos mujeres se cruza en Pyongyang donde una joven Megumi, enseña japonés a Hyon Hui. Megumi ya se ha convertido en un fantasma, su alma atormentada le hace padecer graves depresiones. Tras diez años conviviendo con el régimen norcoreano ha cambiado su nombre por el de Eun Hae, pero no puede dejar de pensar en sus padres, en sus hermanos, en su oscura adolescencia es la fría Pyongyang, sola.

Tras las pistas aportadas por la espía, los padres de Megumi retomaron su lucha con más ímpetu. Pero las relaciones entre Corea del Norte y Japón no favorecían ningún acuerdo. Pyongyang negaba que Megumi Yokota fuera aquella profesora que mencionó la arrepentida y confesa Hyon Hui. Pero las evidencias parecían apuntar con más fuerza a que su hija fue secuestrada aquella tarde del otoño de 1977 por agentes norcoreanos, que posteriormente la embarcaron rumbo al país comunista. Al menos otros 13 ciudadanos japoneses habían sido secuestrados en fechas y modos similares.

Se dice que Megumi se casó en los 90 con Kim Yong-Nam un estudiante surcoreano que fue secuestrado también a finales de los 70, con 17 años. Según comentaría posteriormente Yong-Nam, desde el hotel cercano a la DMZ donde se organizan los encuentros entre familias de las dos Coreas, Megumi sufría graves depresiones que la llevaron al suicidio a lo pocos años de dar a luz a una hija, que hoy tiene 22 años y estudia en la Universidad Kim Il Sung de Pyongyang.

Los angustiados padres de Megumi aún seguían pidiendo ayuda al gobierno nipón cuando en 2002 se organizó una historica visita que reunió a los jefes de Estado de Japón y Corea del Norte en Pyongyang. Uno de los temas principales de la agenda entre Kim Jon Il y Koizumi era la liberación de los japoneses secuestrados. Finalmente, Pyongyang reconoció haber tenido bajo custodia a 13 ciudadanos nipones desaparecidos en Japón en la década de los 70. En la lista aparecía Megumi Yokota; la siguiente anotación tras su nombre era: fallecida en 1993 (posteriormente las autoridades norcoreanas dijeron que murió en la primavera de 1994). La familia Yokota recibió entonces un nuevo cúmulo de sorpresas. Tras el viaje le fueron entregadas pertencias de Megumi entre ellas tres fotos : en una aparecía de Megumi al poco de llegar a Corea del Norte.  Poco después llegaron sus cenizas que, tras pasar un inconcluyente análisis de ADN, no despejaron las dudas sobre su suerte. Su fantasma aún es un recuerdo que vaga un poco más al norte de donde me encuentro.

La mujer que dio las primeras pistas sobre el destino de Megumi, Kim Hyon Hui, ahora es libre. Dicen que sus principios y su fe en el comunismo se requebrajaron al salir de la sala de interrogatorios. Sus custodios la llevaron a conocer a Seúl y
desde la ventana del coche patrullla vio las luces de esta ciudad, el barullo de gentes y descubrió que la propaganda del Norte la había llevado a arriesgar su vida inútilmente.  Fue entonces cuando lo confesó todo, incluido el paradero de Megumi. Hyon Hui estaba viva de milagro después del complot que montó con otro agente secreto (un coreano de 70 años) para colocar una bomba camuflada en aquel vuelo de Korean Air que desapareció de los radares sobre el mar de Andamán. Ambos fueron capturados en Bahrein después de dejar el explosivo y desembarcar con pasaportes japoneses. Como habían sido entrenados, tomaron sendas dosis de cianuro para no dejarse interrogar, pero Hyon Hui sobrevivió.

En 1989 Hyon Hui fue condenada a muerte aunque con la llegada de la democracia a Corea fue perdonada.  Se sabe que se casó en 1997 y que vive bajo otro nombre y con protección por miedo a las represalias. Creó una familia al sur de Corea, en Gyonju, donde regentaba un restaurante japonés. Se rumorea que ahora reside en Seúl y que debido a sus remordimientos no ha conseguido vivir tranquila y que por ello se divorció.

Ambas mujeres son protagonistas de esta guerra irracional que aún da coletazos en esta zona del norte de Asia. Ambas se han convertido en fantasmas que todavía se mueven entre nosotros y que vienen y van, mientras la gente se pregunta, al igual que ellas, ¿cómo llegamos a esto?

Friday, August 1, 2008

MONGOLIA. EL REINO DEL CIELO

Si la naturaleza reclamase otra vez los dominios que se le enajenaron, pactaría un reino con el hombre y éste sería la vasta e impresionante Mongolia. La lluvia de la ciudad no puede dar de sí más que lo que le permiten los tejados. En Mongolia, una nube, sólo una, se convierte en un espectáculo de colores imponente, en una sombra gris que se mezcla con el sol, el cielo azul y la hierba verde y que cubre de brillos las briznas y las crines de las bestias, difuminando la luz en un sueño mortecino. En Mongolia, una sola colina es dueña de la estepa y es una torre donde se adora al viento que mece a los dioses. El hombre respeta su pacto con la omnipresente naturaleza y la vastedad de sus dominios de tierra, arena y pasto.

Ger in Lake



El camino es una línea que une a todos los habitantes de estas tierras y se le respeta . Nuestro conductor, un hombre corpulento, piel cobriza y de nuestra misma edad lo sabe. Cada vez que pasa por uno de esos montículos de piedras que mezclan tradiciones animistas y budistas, da tres bocinazos representando las tres vueltas al hito que se suelen dar para ganarse el favor de los dioses en el viaje. Estos altares de piedra recuerdan que si la naturaleza quiere todo se acaba, por eso los mongoles detienen la marcha, aportan al montón una nueva piedra en recuerdo y atan un pañuelo azul, símbolo de lo más divino y misterioso que alcanza la vista: el cielo de la estepa.

Nuestra furgoneta todo terreno atraviesa como un relámpago la llanura solitaria, dejando una nube de polvo por donde no ha pasado nadie en horas, días. Los niños aparecen a la orilla gritando, corriendo o cabalgando. Nos ofrecen airaig [ereg], leche fermentada en sus cabañas. El conductor frena la marcha, los mira, les vocea bromas y se ríe. Los chavales, vestidos con el traje tradicional le siguen el juego y al ver que no van a vender más airaig nos piden botellas vacías para preparar una nueva tanda de esta bebida nacional de sabor agrio.

Mientras conducimos atravesamos ríos, montañas, desiertos. Tanteando caminos que se entrecruzan dibujando en la pradera un manojo de nervios de arena, cruzamos rebaños de cabras, camellos, campos de lilas y pueblos fantasmas. Incluso, en nuestro paso raudo por entre las escasas colinas, sorprendemos a un pastor en el plácido momento de cagar. El hombre nos mira atónito, se gira y sigue despreocupado su tarea: él es el dueño de lo que le rodea, en kilómetros a la redonda no había nadie más hasta que pasamos nosotros con el ruido del motor y nuestro disco de hip-hop resonando en la llanura.
Una vez aquí se olvida el tiempo. Despertamos cuando se levanta el sol y dormimos cuando se pone, justo cuando la única bombilla de nuestra yurta (o ger) empieza a tintinear agotando las últimas chispas de la batería que alimenta una pequeña placa solar. Es entonces, cuando el mundo se para, los niños duermen, los animales se aprietan en el improvisado corral y los pocos lobos comienzan a buscar presas bajo un techo de estrellas.
A la mañana siguiente, el rocío trae los olores de la hierba y la letrina a 100 metros del ger es aún un cuartillo respetado por las moscas. La familia que nos acoge nos invita a desayunar y la intrépida Seggie nos explica el ritual. Primero nos ofrecen leche fresca, luego un trago de airaig nos despierta y para añadir sabor le hunden trozos de queso fermentado y seco. Tras este festín de leche con leche, nos ofrecen unos trozo de pan ázimo con algo de carne de cabra. El interior de la cabaña es una colección colorista de recuerdos, fotos, alfombras de fantasía, imágenes de Buda, el Dalai Lama y los antepasados. El cabeza de familia nos brinda entonces -en señal del mayor de los respetos- un pequeño tarro que contiene picadura de tabaco, nos invita esnifarlo, nos mira a los ojos, recibe el tarrito y hace una reverencia.
Describir Mongolia con palabras no sirve para nada, por lo que este texto es papel mojado. El atardecer frente al lago, el descenso hasta el cráter de un volcán o asistir a una clase de monjes en el sangrado monasterio de Kharakhorum no pueden ser recreados con palabras. Setecientos kilómetros de viaje a través de la estepa salpicada de cabañas, la desolación de Ulambator y las borracheras con vodka en pleno desierto no pueden ser adjetivadas y tan sólo los que estuvimos allí y la intrépida Seggie podremos evocarlo.
From EL ALEPH DESARMADO

De vuelta a Seúl, la ciudad oprime. Los horarios, las luces y el tráfico, te devuelven a la realidad cotidiana. Entonces, cogiendo el autobús hacia la oficina te preguntas, como pudimos atravesar media China, hacer noche en el camino, acabar en un pueblo fronterizo de contrabandistas y oportunistas y cruzar la frontera montados en un jeep ruso. De hecho, eso también nos lo preguntábamos una vez en el lado mongol de la aduana, en el preciso momento que nos dábamos cuenta que estábamos en pleno desierto del Gobi sin más certeza que saber que en alguna parte había un tren soviético que nos dejaría en la capital. Cuando llegué a la oficina tenía una resaca espantosa. La vuelta a Pekín desde Ulambator nos había dejado la última anécdota del viaje. La de aquel restaurante vacío en el cenaban unos amigos chinos, los mismo que nos pidieron que nos uniésemos a ellos y que en una hora nos habían emborrachado y empaquetado en un taxi rumbo al aeropuerto. Cuando recobre el conocimiento estaba de nuevo en el monstruoso Seúl con el sabor de boca de un viaje único y sin adjetivos en la maleta.




Ver mapa más grande

DESVIANDO LA ATENCIÓN

Son muchas coincidencias. Tras el revuelo de meses levantado en Corea del Sur por la reanudación de las importaciones de vacuno mayor de 30 meses (suceptible de estar infectado por la enfermedad de las Vacas Locas), el cual obligó al presidente a pedir perdón en público dos veces y retroceder en sus planes por la presión de la calle, ahora el tema de discusión pública ha pasado a ser el de la soberanía de la Isla de Dokdo.

Las coincidencias responden a tres eventos básicos: las manifestaciones contra el gobierno por el vacuno americano, la bajísima popularidad del presidente coreano y la visita, el próximo martes 5 de agosto, de Bush a Seúl.

Dokdo, un islote en el extremo oriental de las aguas jurisdiccionales de Corea del Sur en el Mar del Este (también llamado de Japón, otro tema de discusión nacionalista y regional) es de facto de soberanía coreana. Cada vez más a menudo se escenifica un tira y afloja entre Tokio y Seúl para demandar sus derechos territoriales históricos sobre esos tres pequeños peñones.

Hace dos semanas, Seúl volvió a criticar por vía diplomática que Japón diga en sus libros de texto que Dokdo se llama Takeshima y que por lo tanto es territorio nipón -algo que hace cada vez que se va a abrir el curso escolar-.

Pero esta vez, en este lío entró a jugar un nuevo papel Estados Unidos. El departamento de geografía de la biblioteca del Congreso, en un giro inesperado, modificó la clasificación (un código de cifras y letras) de Dokdo y cambió su status soberano a no definido. A los dos días, el presidente de Estados Unidos pidió personalmente que se restituyese el código antiguo, justo 5 días antes de su visita a Seúl, que promete volver a llenar las calles de manifestantes. No obstante, esta vez, gracias a las coincidencias y a este fortuito incidente, ha ganado puntos entre la opinión pública coreana.



Algunas noticias motivadas por el tema de Dokdo:

http://www.koreatimes.co.kr/www/news/nation/2008/07/117_27686.html

http://english.donga.com/srv/service.php3?biid=2008080128218

Este vídeo-anuncio se exhibía en los cines antes de la película. Un famoso robot de animación acaba con los japoneses de una patada de taekwondo:



La publicidad también recurre al tema de Dokdo. Este anuncio de gaseosa se está emitiendo estos días:


Este es un anuncio de KTF, proveedor telefónico, que dice: "La tierra en la que funcionan los móviles japoneses es japonesa; donde funcionan los móviles coreanos es tierra coreana".

Este otro es de las pastillas Tylenol; dice, con el fondo de las protestas sobre Dokdo: "A 48 millones de coreanos les duele la cabeza"....yo me incluyo.

Saturday, June 28, 2008

The story of stuff (La historia de las cosas)

Interantísimo y didáctico vídeo en el que se explica el actual sistema de producción y consumo en 21 minutos. Debería verse en todas las escuelas. Para la versión en español, pasarse por Youtube. Un must-see. Para los exigentes: El guión del corto con sus fuentes


Sunday, May 18, 2008

TAILANDIA. LA FRUTA PROHIBIDA

Es de noche y los 36 grados de Bangkok nos golpean en la cara nada más salir del aeropuerto de Suvarnabhumi. La mafia del taxi nos da la primera vuelta de tuerca. La policía extorsiona a los taxistas que esperan en el aeropuerto para recoger a los incautos turistas, a los que con un poco de suerte se les puede sacar una carrera sin taximetro, pactando el precio de antemano. Paramos a un escandaloso coche rosa, acto seguido llega un todoterreno policial con un megáfono del que salen gritos en tailandés. El pobre taxista nos introduce a trompicones en el coche, mientras todavía discutimos el precio de nuestro viaje hasta el barrio de Sukhumvit. "200 bahts más si me para la policía, van en serio...mirad". Señala a un compañero al que le han puesto el cepo -ese taxi segirá en ese mismo lugar en todas nuestras idas y venidas a este aeropuerto durante el viaje-.
Bangkok se va acercando poco a poco, foto tras foto de los reyes, pórtico tras pórtico en honor a la familia real. Están por todas partes.

Llegamos a Sukhumvit, un hervidero de gente incluso un martes a las dos de la mañana. Todo el mundo bebe y come en la calle. Prostitutas, travestis, tenderos, vagabundos y occidentales rosados y obesos que alquilan su compañía y un gitarrista que les amenice la cena, queman las horas.

Es hora de partir para Krabi, al sur. El sol baña sin clemencia este estrecho de tierra que acaba en Malasia. Desde ahí subimos a un autobús atestado y luego a un bote tradicional que nos lleva a Ton Sai, una playa a la que no se puede acceder por tierra. En Ton Sai viven y se alojan gente de todo tipo: buceadores, escaladores, rastafaris, empleados de los pocos alojamientos de esta tranquila playa, etc. Este lugar es el paraíso: palmeras, aguas turquesas, sol, un horizonte de islas y riscos de calcita; y para más gozo: frutas de todo tipo, pescado y mariscos frescos.

Pero sin embargo, en diciembre de 2004, toda esta zona paradisiaca fue azotada por uno de los mayores desastres naturales de la historia reciente. El Tsunami, originado por un maremoto de 9.4 grados en el extremo oeste del mar de Andaman, dejó 225.000 muertos en 11 países, entre ellos, más de 8.000 en Tailandia, la gran mayoría en esta zona de la provincia de Krabi. No hay signos de la tragedia, no se la recuerda.

En la isla de Phi Phi, donde nos desplazamos al día siguiente, tan sólo los carteles de la ruta de evacuación y un puesto de bebidas en el que venden fotos de la tragedia recuerdan esa Navidad.

Nos marchamos de Phi Phi después de tres días de aguas cálidas, corales, cenas y fiestas en la playa. El día amanece lluvioso, no lo sabemos, pero son los coletazos del ciclón Nargis en el Golfo de Bengala. La tarde se torna tormentosa, tenemos que coger un barco que nos lleve de vuelta a Krabi. La lluvia caliente cae con fuerza y sólo nos quedan 5 minutos para que zarpe nuestro ferry a tierra firme. El muelle está repleto de gente, en su mayoría tailandeses, los empelados de las naves amarradas a ambos lados de la plataforma gritan para que los viajeros se apresuren. De repente, la gente corre para resguardarse lo antes posible del inisitente diluvio. Un hombre nos invita a saltar desde el muelle a cubierta lo antes posible, parece que todo ha terminado. "Krabi?". "No, Phuket". Phuket? Tenemos que salir de este barco cuanto antes, nuestro transporte se encuentra enfrente. Sin perder un segundo y empapados, corremos por entre un río humano en sentido opuesto, mientras nuestros equipajes se enredan en una marea de brazos y maletas. Finalmente, conseguimos alcanzar la pasarela del ferry con destino a Krabi, un puentecito de madera que da bandazos de un lado por el oleaje que impide al barco mantenerse estable. Hemos sido los últimos, no hay asientos en el interior, por lo que la mejor opción es sentarse en la cubierta de proa, con las piernas colgando por la borda y la maleta cubierta por un plástico impermeable. Es hora y media de travesía a través de un leve temporal, al que no le faltan olas que escoran el barco a estribor varias veces.

De nuevo en Bangkok, es turno de entrar en calor y conocer mejor la ciudad. Visitamos las cercanías del Palacio Real, aunque es 5 de mayo, el Día de la Coronación, y no se puede acceder a él. Desandando nuestro camino, algo nos llama la atención, todos los viandantes se han callado de repente y un silencio inusual enrrarece la avenida. Un policía nos hace señales con la mano mientras que un hombre vestido de amarillo -el color Real- nos ruega silencio con el dedo índice.Tras un intercambio de palabras sueltas en inglés entendemos que debemos detener la marcha y permanecer en silencio porque la comitiva Real va a pasar por ahí. Decenas de Mercedes beigh y rojos pasan uno a uno, mientras los tailandeses, pétreos, presentan sus respetos a la figura cuasi-divina del Rey Buhmibol y su esposa.


Sólo nos quedan unas horas más en este país. Saboreamos ese tiempo con una Shinghan entre las manos, haciendo repaso de todo lo que aquí no cabe. Cartel tras cartel, pórtico tras pórtico nos despedimos de Su Majestad camino al aeropuerto, donde aún descansa resignado el taxi inmóvil del primer día.

Tuesday, April 8, 2008

EL AÑO DE LA RATA


2008. China se está abriendo al mundo y este año parece ser clave para atisvar qué ocurrirá en el futuro del "gigante asiático".
Esa es la palabra: futuro. China está cargada de futuro y todos lo saben. El año de la rata ha entrado en Shanghai con una lluvia de fuegos artificiales y una euforia callejera llena de esperanza y dispendios.
La rata, en el calendario chino, es símbolo de astucia, inteligencia y anticipanción, un signo que llega cada doce años con su respectivo elemento asociado (tierra, metal, agua, madera o fuego). Este 3 de febrero, recibimos en las calles de Shanghai el año de la rata de tierra.
Los Juegos Olímpicos esperan a la vuelta de la primavera para rubricar la potencia china y su poderío. Hoy, en Shanghai, las mañanas de febrero son gélidas y húmedas. Las calles están llenas de montículos de nieve gris congelada y la polución es un velo decadente que desluce una vista de rascacielos futuristas en el horizonte. Justamente esta semana, un temporal de nieve ha dejado a medio país incomunicado y ha torcido las vacaciones de muchos chinos que migraron a la ciudad en busca de trabajo y que sólo disponen de estos días para regresar a sus pueblos. El caos, como todo en este país de multitudes, es monumental.
No se puede confiar todo a la astrología, pero los años de la rata asociados a la tierra y el fuego, suelen ser catastróficos según la tradición china. Este año, tan decisivo para la imagen de China en el mundo, cambiará el país.
De todas maneras, Shanghai ya ha cambiado. Las calles de la capital financiera del país comunista son un símbolo de prosperidad jalonada de carteles luminosos. Coca-cola, Pepsi, Samsung, Toyota, Carrefour vierten luces de colores sobre una masa de chinos que se va de compras entre los farolilllos rojos que anuncian el año nuevo. Paseamos por Nanjin Xi Lu, una de las principales calles comerciales de Shanghai. Furtivos vendedores nos asaltan con catálogos de falsificaciones, invitándonos a pasar a verlas a un lugar apartado.
Después de atravesar la Plaza del Pueblo y andar por las amplias calles del centro de Shanghai, llegamos por fin a la orilla del río Huang Pu desde donde se tiene una vista privilegiada de Pudong, un huerto de rascacielos que no paran de crecer y que hace no más de 15 años era un solar de casitas y caminos de tierra. De entre las torres destaca la Pearl TV, un edificio-antena, que se ha convertido en imagen de una nueva estética para Shanghai.
Aquel puerto francobritánico, en el que se gestó el Partido Comunista de China, fue una excepeción de libertinaje e influencia occidental en el Imperio Chino. Los burdeles proliferaban al lado de los fumaderos de opio y el contrabando animaba las tabernas de una ciudad dividida en concesiones internacionales, lo que le daba un aire de Torre de Babel. Durante la ocupación japonesa, Shanghai fue una triste sombra de egregios edificios coloniales usurpados por el Sol Naciente.
Hoy, Shanghai todavía se mantiene esa atmófera romántica, aunque es muy difícil agarrar esta ciudad con adjetivos. Por un lado, cosmopolita como antes; con sus miles de expatriados trabajando en ella. Por otro, tradicional, vieja; con barrios decrépitos. También con sus disitritos financieros y una modernidad sin parangón en Asia; grandes autopistas que se cruzan a varios niveles, entre los rascacielos de cristal más altos del mundo.
Al llegar a Shanghai quise pensar en 2046, la película del director chino Wong Kar Wai. También me recordó a ese futuro tan actual de Código 46, de Winterbotton, en el que Shanghai se ha convertido en una fortaleza multicultural en la que florecen grandes corporaciones y donde lo que hay más allá de las puertas de la ciudad es un desconocido "afuera". En ellas se funde el futuro con el pasado de la ciudad y se reiventa algo que podría dar como resultado esta metrópoli. Un mundo de contradiciones que la hacen única, aunque todavía estemos en 2008: el año de la rata.




Wednesday, February 20, 2008

LA ÚLTIMA FRONTERA DE LA GUERRA FRÍA

El pasado 8 de febrero 22 pescadores de ostras norcoreanos eran conducidos a Panmunjon por las autoridades de Corea del Sur en el mayor de los secretos después haber sido capturados en aguas surcoreanas. Allí, según Yonhap News, fueron transferidos al control del Ejército de Corea del Norte que a las pocas horas, sin distinción alguna de edad y sin juicio previo, los ejecutó a todos. La DMZ (Demilitarized Zone), esa herida abierta en mitad de la península coreana, sigue sangrando desde hace medio siglo. La línea de cuatro kilómetros de ancho que cruza el país de este a oeste entorno al paralelo 38 es hoy más que nunca un obstáculo para la reunificación. La diferencia entre ambas mitades es tan abismal que un éxodo del norte al sur colapsaría el país.

Observando desde el mirador de la montaña de Dorasan, en el extremo sur de la DMZ, se puede divisar Corea de Norte. Por primera vez, cubierto por una neblina blanca, se otéan las casas grises de Gaesong, todas iguales, algunos edificios de apartamentos del mismo gris ceniciento, un hombre en bicicleta vestido de negro. Las montañas peladas de árboles encuadran el aparente desolador panorama del país más aislado del planeta. Al noreste de Dorasan se puede divisar el asta más largo del mundo, del que entonces pendía una bandera norcoreana plegada por la falta de viento.
¡No apunten con el dedo hacia el lado norcoreano!, advertía el sargento Williams, un negro corpulento y bonachón que nos vigilaba desde la parte trasera del bus que nos conducía por la Joint Security Area de Panmunjon, el punto de encuentro de los negociadores del Norte y el Sur y controlado por Naciones Unidas. "Cualquier excusa puede ser utilizada en nuestra contra en posteriores negociaciones, no debemos provocarles". Señalarles con el dedo puede ser confundido con un soldado apuntando su arma.

La tensión es densa como la pose de los soldados surcoreanos; en la caseta donde se desarrollan las conversaciones de paz, permanecen firmes e inalterbales mientras todos nos fotografiamos con ellos frivolizando con el símbolo de la trágica separación de este país. Justo en el centro de la cabaña azul se divide el país con una línea invisible que cruza una mesa, una ventana y que deviene en un pequeño muro de hormigón en el exterior, el cual se extiende por la línea de demarcación atravesando bosques, montañas, ríos y se convierte en el mar en una tortuosa línea por la que las dos Coreas se reparten un racimo de islotes. Un metro en el interior de Corea del Norte es una experiencia que el guía nos invita a no dejar pasar.

Los símbolos son muy importantes en esta zona. El puente que conduce al norte y se se pierde en un desolador camino rodeado de arbustos, es llamado Puente de No Retorno por los surcoreanos, mientras que la senda por la que eran entregados los prisioneros al ejército de Naciones Unidas tiene el nombre de Puente de la Libertad.

Las banderas de ambas partes se alzan inmensas una frente a otra. Los guías surcoreanos recuerdan el hambre que pasan sus compatriotas del norte por confiar en la estúpida figura del lider, al que pintan como un loco gordito que vive en suntuosas mansiones gastando dinero en caprichos. Nuestro guía señala a uno de los puestos de vigilancia del norte y asegura que los militares visten ropas caras y que los habitantes de Gaesong son los más ricos del país. En lado meridional, pasamos cerca del último pueblo de Corea del Sur, un pequeño caserío de agricultores que cultivan pricipalmente ginseng y que por su especial situación llegan a cobrar 50.000 dólares anuales. Hace 20 años, nadie se hubiese aventurado a vivir en este paraje rodeado de campos minados ni por dicha cantidad.

Sin embargo, en la tienda de souvenirs aumenta la sensación de que, en parte, algo es simulado, que hemos asistido a una buena actuación de los soldados, con sus gafas Ray-Ban y su medido cambio de guardia, con el soldado norcoreano asomándose tras los prismáticos, esperando a que alguien le señale. El sargento Williams nos comenta que esas horas en las que los turistas se ausentan y se quedan solos ambos bandos frente a frente a una distancia inferior a 20 metros, no sucede nada. Todos guardan la misma compostura, la cara de enfado, observándose rencorosos. El sargento asegura que hablar con los norcoreanos es un grave delito ya que se exponen a su propaganda. Williams siente pena por ellos, porque no pueden expresarse libremente, aunque recuerda que en los días de verano se les ve esbozar una sonrisa mientras miran ansiosos con sus prismáticos a las turistas occidentales y sus grandes senos. ¡Todos somos humanos!, dice.


Sunday, January 27, 2008

TOKYO: LA METRÓPOLIS

Todas las ciudades están contenidas en Tokio, todo lo que otras no se atreven a ser, Tokio lo es. Todas las historias de ciudad han sucedido y sucederán en Tokio.

Renovada por completo tras la guerra, Tokio se ha inventado a sí misma. Los edificios de platino inmensos e impecables y las autovías que cruzan la ciudad a varios niveles son la alegoría de la ciudad del futuro, un monstruo gigante en el que todos pueden perderse o alcanzar la gloria.

Nadie es raro en Tokio, nadie te juzgará por tu apariencia o tu secretas aficiones, es una intromisión demasiado grande en Japón. Los japoneses son tímidos, hospitalarios y respetuosos, pedir perdón y saludar es normalmente lo mismo.

La ciudad, los mini-apartamentos, los millones de vecinos mudos son una pesada losa de la que los japoneses quieren escapar dejando volar su imaginación. La excentricidad japonesa nos golpeó nada más pisar Tokyo Station en el lujoso distrito de Giza, en un internet-comic-cafe. Estos locales son puntos de encuentro de los adolescentes tokiotas, allí leen manga, navegan por internet, ven películas, comen, duermen y hacen el amor. Eran las siete de la mañana y desde luego era el mejor lugar para dormir, ver porno o tomar un café gratis...así es en Tokio.

Encontrar tu destino en el remolino de vidas de Tokio es el mayor de los desafíos. Para ello, los tokiotas se despiertan cada mañana y toman la determinación de hacer todo con la mayor de las dedicaciones. Como dijo Borges: cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es. Ese instante es el que millones buscan en esta ciudad. En Harajuku las tribus se congregan, grupos homogéneos a los que poder atarse. Para diferenciarse los unos de los otros, eligen su uniforme: hip hop, goticos, muñecas...Dan color a Tokio.

Otros ya han dejado de buscar destino alguno. Las rígidas normas familiares, la frustración en esta cultura del trabajo y el sacrificio le has llevado a recrearse secretamente en vicios individualistas que les hacen la vida más llevadera. En el barrio de Shinjuku se puede elegir la chica que quieres que te acompañe a beber, también observar por una mirilla el baile de una mujer desnuda o comprar ropa interior usada. Mientras, en Shibuja, el ensordecedor chirrío musical del Patchinko no te permite comprender por qué razón se pasan horas y horas frente a esas maquinas de luces esquizofrénicas con el único fin de ganar un paquete de tabaco. El juego del Patchinko, que ha hecho furor entre los japoneses, es una incomprensible sucesión de luces y bolas de metal que se pasean por un laberinto . Los ancianos con la mirada fija y sus máscaras blancas pulsan botones y accionan palanca, mientras un ruido insoportable les descompone en entendimiento. Es tan rentable y popular, que uno de los mayores proveedores de este juego ahora dispone de varias redes del metro de Tokyo y un imperio de empresas y fundaciones.

Por la noche, los cuervos de Tokio dejan de graznar; las luces de los letreros luminosos y las pantallas ayudan a que se asiente la sensación de encontrarse en el futuro. Disfraces, peinados irreverentes y una sucesión de modelos de una originalidad inédita se cruzan a tu paso. Mientras, sobret tu cabeza traquetean trenes, metros, coches, taxis de colores y vuela la afilada balncura del Shinkansen (el tren bala). Música, grandes imágenes de mujeres-anuncio y el ruido completan la escena.

Tokio esta llena de refugios; para tímidos trabajadores de oficina, adolescentes enamorados del Anime, compradores compulsivos...pero también para gente cansada del ritmo frenético de las calles. Existen locales de jazz, oscuros y escondidos en callejones, en los que una atmósfera Beatnik y brumosa ayuda a sumergirse en un mundo de ensoñaciones y relajación. A estos bares la gente va sola, se sienta, enciende un cigarillo, cierra los ojos y deja que su cuello siga el ritmo de John Coltrane, deseando encontrase en otro lugar, lejos del masificado Tokio, lejos de la Metrópolis, un lugar desconocido que ni si quiera existe o que se comió el pasado.

GRACIAS, GUIRIS!!!

Supongo que fuera de Corea se sabrá muy bien lo que pasó el pasado diciembre con aquel petrolero que colisionó con otro barco provocando el mayor vertido de crudo de la historia del país. Lo digo porque aquí la noticia no fue tan aireada como en el El País, la BBC o el NYT, subiendo el tema a portada. Aquella semana para la prensa coreana era más importante cubrir la fuga de un hombre que había matado a un soldado, robándole dos fusiles. El vertido seguía en un segundo plano después de que hubiese afectado la reserva marítima más importante de Corea.

Cierto es que la cobertura mediática no fue la más esperada para alguien que vio lo que pasó con el Prestige en España. Sin embargo, la reacción para limpiar el vertido fue muy rápida.


Cuando Manolo, Ga Young y yo llegamos a la zona ya habían abierto caminos en las colinas de la costa y hasta habían construído un helipuerto. Había pasado un mes y la costa de la región de Taean aún olía a queroseno y salitre. Una vez el autobús alcanzó lo alto de la colina pudimos observar la belleza del lugar, rodeado de bosques sobre la escarpada orilla. Todo hubiese encajado de no haber sido por lo negro de las rocas. Estabamos en zona militar, jeeps y grupos de soldados iban arriba y abajo junto con los voluntarios venidos de todas partes....eso sí, todos coreanos. Manolo y yo eramos los únicos extranjeros y por eso nos dedicaban saludos y miradas curiosas mientras limpiábamos las rocas, el trabajo más frustrante e inútil de mi vida.
Una semana después Ga Young nos dijo que ese reconocimiento había trascendido y que aparecíamos en la paágina web de una televisión privada que organizaba viajes a la zona. En el reportaje en coreano, aparecemos limipiando denodadamente, sobre un pie de foto que dice: Voluntarios extranjeros también vinieron a limpiar. Gracias!!!

LA RUTA JEMER

Precisamente la mañana que abandonaba Phon Penh camino de la frontera con Vietnam cientos de personas se manifestaban frente a la sede del Tribunal Internacional que investiga y juzga los crímes de los Jemere Rojos, un grupo comunista-maoísta que en tan sólo cuatro año en el poder asesinó una cuarta parte de la población de un país de 8 millones de habitantes y provocó otros tantos desplazados.

Los cráneos cruzados por balas son el mejor testimonio de aquella masacre, se apilan en la prisión de Tuol Sleng, un macabro museo que recrea las torturas a las que eran sometidos los prisioneros políticos. Las celdas, apenas aptas para que el presionero durmiera en posición fetal, no han sido tocadas desde entonces. Los manifestantes de aquella mañana pedían que por fin se compense su angustia y se castigue a los culpables, muchos de los cuales han muerto disfrutanto una tranquila senectud.

Al salir de Tuol Sleng se levanta la prohibición de reir, pero no quedan ganas. Unos cuantos hombres con las extremidades amputadas por las minas terrestres piden limosna, dólares preferiblemente. Al otro lado de la acera nos espera nuestro conductor, sentado en el Tuk-tuk. Corremos, culpables.

Phon Penh fue una hermosa capital colonial, brillante bajo el sol tropical, como una joya del imperialismo francés en Campuchea. Al acercarnos a ella por el único puente que la une con la otra orilla del Mekong (construido con la ayuda del gobierno japonés), la desolación se hace más palpable, el caos, el ruido y la suciedad se amplifican con el calor de diciembre.

Décadas de guerra han dejado hondas brechas en las calles, en la gente. Los todoterrenos de la ONU dejan más claro aún que este país empieza poco a poco su recuperación después del trauma de las guerras que sucedieron a la independencia.

En la frontera con Vietnam, en el paso terrestre de Moc Bai, me vino a la mente la odisea que pasé para conseguir renovar el visado que me permitiese regresar a Ho Chi Minh. Fue en Phon Pehn....nada más llegar a la estación cojo mi equipaje del baúl del autobús, observo el caos de motoristas que se ofrecen a llevarte sonriéndote, sudorosos, con una afectada simpatía. Un motorista enviado por el hostal nos espera, todos los demás se van a darse una ducha. Son las tres de la tarde de una Nochebuena tórrida, asfixiante...Extranjero es símbolo de solvencia en este país, así que pido al motorista que me lleve a la Embajada vietnamita, al otro lado de la ciudad. Shiad arranca su moto, tras indicar a los demás un tuk-tuk de confianza para ir al hostal. Vamos volando del sur al norte. Rodeándonos: más motos, tuk-tuks, un caos de carros y gente; vendedores, pícaros, niños y todoterrenos japoneses último modelo. En los cruces, indico con la mano nuestro giro y golpeo la chapa de los coches para que sepan que allá vamos. No fue tan difícil conseguir el visado...

De camino a Ho Chi Minh, todo son cabañas de hojas de palmera y caña, arrozales y bombas de agua manuales. Es como estar en un escenario de Platoon, pero sin napalm. Pocas cosas han cambiado...las bombas de agua, me figuro.

Angkor era parecido. El centro espiritual del país, un milenario conjunto de templos en medio de la selva que sobrecoge por su monumentalidad. Los niños venden artesanías, los locales viven del turismo haciendo gala de su multilingüismo y de su hermosa tierra. Los menos afortunados aún se dedican a la pesca. Cerca de Angkor está Tonle Sap, el lago más grande de Asia del Sur, un prodigio de fertilidad similar al Nilo, que se nutre de un extraño fenómeno que hace retroceder las aguas del Mekong hacía el lago. Allí decenas de pequeñas aldeas flotantes bregan con las enfermedades y la pobreza entre aguas cada vez más mefíticas. Los niños nadan, las madres preñadas venden bananas y los turistas hacemos fotos pensando que en pocos días podremos, por fin, cruzar la frontera.
FLOATING VILLAGE IN TONLÉ SAP

Tuesday, January 1, 2008

YOU MOTORBIKE SIR?

En la terraza del Hotel Rex el sofocante calor de Saigón parece disiparse lentamente frente a una vista de hoteles y tiendas con las cornisas repletas de la nieve artificial de la decoración navideña. El café Sua Da helado también ayuda a olvidar por un momento el bullicio de las calles del centro donde una marea de motos, peatones y vendedores callejeros se mezclan en un caos en el que reina un orden y ritmo inexplicables. Este hotel fue alquilado en exlusiva para las fuerzas armadas norteamericanas durante la guerra. Si se deja jugar a la imaginación, puedes ver a unos cuantos soldados de permiso disfrutando de una cerveza fría sobre las cabezas de los vietnamitas del sur donde se cocina un ruido de claxons, complots y masajes con prostitutas. Los helicópteros van y vienen del frente.


De todas formas, eso queda muy lejos ya. Gucci, Louis Vuiton y el Hyatt han colonizado las principales calles de Saigón y la estatua de acero Ho Chi Minh (El Tío) está plantada frente al antiguo palacio de gobierno de los franceses. Las banderas con las hoz y el martillo ondean en los edificios gubernamentales y la embajada de Estados Unidos (desde donde partieron los últimos nortemaricanos tras la caída de Saigón) se ha renovado casi por completo.

Salir a la calle en Saigón o Ho Chi Minh City (como se prefiera) es una odisea. Se estima que hay tres millones de motos en la ciudad y en ellas se puede llevar casi cualquier cosa: a los tres miembros de la familia, maletas, cajas y si te pones hasta un colchón.


En Asia siempre serás y parecerás un extranjero, sin ojos rasgados no hay lugar a dudas. Por eso, en Saigón, no puedes evitar que todos te persigan para venderte algo. En una calle atestada de gente te rodean y mientras andas te llaman con ademanes, te gritan; los taxistas desde la calle pitan y te invitan a subir y los mototaxis te cortan el paso para preguntarte en Vietglish:


- You motorbike sir?
- No, thanks (dudar dos segundos antes de decirlo es la perdición)
- You want city tour, museum, shopping, massages, girls...?
- Where are you from?
- I'm from Spain
- Spain? Where are you going?
- I'm just walking around
- Where?
- Joder
- Amigo!!!