Tuesday, November 23, 2010

Aokigahara

Hiroshi lo tenía todo planeado. Sabía la ejecución de cada paso, excepto del último. El día anterior limpió su casa, tiró a la basura todo lo que hasta ahora había conformado su casa de ocho tatamis, retiró del banco el poco dinero que le quedaba y reservó un coche de alquiler a sabiendas que jamás se vería en la obligación de devolverlo.
Tenía grabado en su cabeza el camino más cortó para llegar a Aokigahara desde Tokio. Atravesó Shinjuku con sus luces aún encendidas mientras despuntaba una nueva mañana; dejó de lado el Palacio Imperial con una quietud de siglos, y desde la autovía, que se elevaba como una rampa de un portaaviones, vio las torres de Shibuya, del que sólo le venían a la memoria sus impersonales moteles.
Cuando llegó a la frontera del mar de árboles de Aokigahara el sol ya había recorrido parte de su arco diario, aunque apenas era un disco blanco velado por las espesas nubes de una pesada niebla gris.


Con una entereza que le sorprendió aparcó a la orilla de un lago, donde comenzaba a abrir para los oriundos una cafetería de carretera a los pies de un imponente monte Fuji, pese a que su cima estaba oculta por la cortina de nubes.


Se tomó un café americano y repasó los pasos que aún le quedaban por delante y el contenido de la mochila con sus últimas pertenencias.
Tras media hora en la cafetería se encaminó a su verdadero destino: el bosque de Aokigahara, un lugar encantado, que le pareció el más muerto y solitario del mundo.


Dejó el coche junto a una cabaña a la entrada del bosque y se adentró a la espesa maraña de árboles, oscura y callada, en la que tan solo el crujir de las hojas secas y las ramas al romperse bajo su peso testificaban que aún seguía vivo.
No existía ningún camino ni una senda que seguir y poco a poco la subida de las laderas a los pies del gigantesco cono del Fuji se hacía más tortuosa.
El suelo volcánico, como una esponja de dimensiones colosales, estaba lleno de huecos, de los que emanaba un vapor que se filtraba por una alfombra de musgo y hojas en proceso de descomposición.


No había, o no se veían, animales o insectos, ni siquiera las cigarras, que aún aguantaban los primeros compases del otoño en el resto del país. Además, los abetos no podían echar raíces sólidas en ese suelo y sus troncos eran jóvenes y débiles, y cuando alcanzaban una anchura digna sucumbían a la podredumbre, caían y se poblaban de hongos deformes.
Siguió avanzando en ese terreno poroso, lleno de pequeñas grutas, en las que a veces encontraba algún zapato o prenda más propia de la ciudad de que de una jornada de acampada.
Las raíces de los árboles se extendían como serpientes bajo sus pies.
Cuando comenzó a oscurecer procedió a abordar los últimos pasos de su plan con asombrosa tranquilidad. Buscó una caverna lo suficientemente grande, extrajo de la mochila varias bolsas de plástico que llenó con hojas y las dispuso alrededor formando una pared para su tumba.
Al extenderse en la cavidad, en aquel húmedo refugio de hojas y rocas tuvo una extraña sensación acogedora.
Se puso el chubasquero y repasó el contenido de su mochila: un frasco de pentobarbital y otro de antiemético, una botella de agua y una bolsa con una escueta carta de despedida, su cartera con tarjetas de créditos y el carné de conducir. A eso había que añadir los 100.000 yenes del bolsillo de su pantalón.
Se acomodó y aceptó con resignación el destino que acababa de elegir. Tragó los tarros de pastillas, se abrazó a su mochila y deseo que el tiempo llenara su caverna de rocas, hojas, troncos y musgo para desaparecer por los siglos de los siglos en el vientre del Fuji.

Friday, November 19, 2010

Discreta perfección en el número diez

Momoko se sabía superior a todo ese bulto de mujeres ruidosas que se agolpaban en el matsuri de Azabu-ju-ban y deboraban con sus manos y largas uñas las bolas del takoyaki.
Observar aquel desfile de mujeres inseguras, con pestañas de pegatina, dedos culminados en acrílico y aparatosos peinados era un placer cruel y minucioso.
El obi descolocado de una, el novio displicente de otra, sus amigas borrachas. Aquellos desfiles eran uno de sus pasatiempos favoritos. Le hacían permanecer erguida, con la barbilla alta, mientras inconscientemente calculaba la tensión perfecta de la yukata desde su cintura al cuello, y le conferían un paso firme que le permitía flotar y serpentear entre el gentío.

Doyobi


El alba estaba en silencio y se desangraba como una granada apuñalada que bañaba el cielo de un jugo rosa. Los reflejos del gigantesco cilindro plateado de Roppongi Hills se elevaban sobre los techos bajos de Minami Azabu como una nave espacial apunto de consumir la ciudad. En el mínimo zaguán de casa estaban los zapatos de tacón de Junko, siempre nuevos, diferentes, listos para despertar los más primitivos deseos de arrancarle a Tokio la callada armonía.
La puertas de papel, el tatami y las botellas vacías nos escoltaban. Un aire fresco y la luz pálida de leche nos acariciaron. Las medias, el cabello como largas lenguas y los susurros dieron la bienvenida al inusual sol de aquel domingo.

Wednesday, February 17, 2010

Quince meses después de los quince meses


Dedicado a los blogeros Ciro, Alex y Manolo; y a Carlos y Pablo, perdidos en un limbo cibernético.


Han pasado casi 15 meses desde que publiqué mi última entrada sobre Corea. La última entrega que cerraba las experiencias en un país desconocido y fascinante durante también 15 meses que se fueron volando y que como era de esperar no han dejado mucho rastro en una ciudad como Seúl, que cambia, abocada al progeso, a un ritmo frenético.

En este tiempo he abandonado el blog, tal vez, por marcar el fin de una etapa única de la que no cabe más mención que la que se hizo en estas entradas cuando el cuerpo de los recuerdos aún estaba caliente.

No obstante, la semana pasada al regresar a Seúl, la descomposición de lo que fue nuestra aventura seulita ha hecho que vuelva sobre mis pasos para mostrar a los cinco cafres que compartieron mis correrías lo que queda de nuestro Seúl.

Lugares como el MacDonald's de Sinchon, punto de encuentro diario, han cambiado profundamente. Aunque todavía venden ropa para cachorros en la salida 3, ya no está la tienducha de flores en el otro lado, y ya casi todo el mundo se cita en la ampliación de Centro Comercial Hyundai, donde han levantado una plaza y una nueva salida que, bajo tierra, está repleta de otras tiendas.

Además, los músicos de Hongdae, que nos amenizaban las tardes con la misma música una y otra vez mientras vaciabamos, una tras otra, las cervezas de la tienda de enfrente y la emprendíamos con los perritos de inventor del "comedor de hot dogs", ya no tocan en esa plaza.

Ahora visten chaquetas y hacen canciones a la luz del día a la sombra de la ampliación del Centro Comercial de Hyundai en Sinchon con instrumentos nuevos y sin hacer bromas ante un público que más piensa en comprar ropa.

La tienda de "Mandus", que ponía coto a nuestros desmanes con el Bennigans y donde cenábamos un día si y otro también rodeados de vapor y en plena acera, sigue en el mismo sitio, pero ha subido los precios, que la inflación es cosa seria.

La Universidad de Yonsei, nuestra ventana a Corea, se ha convertido en una especie de centro comercial y los comedores han perdido el alboroto y el olor a kimchi. Aunque, el Global Lounge, siestódromo oficial, sigue teniendo esos sillones en los que hundirse. Si bien, algún observador conserje ha hecho quitar el sofá donde Carlos roncaba sus quebraderos de cabeza.

Al ritmo que van las cosas, el barrio de Hongdae fue de los primeros en perder la virginidad y ahora anda lleno de militares estadounidenses con la cabeza rapada -ni pelos llevan en ella- y sus novias con sudaderas de la universidad de Iowa. La cafetería en la que se grabó la película "Time" de Kim Ki-duk es ahora una zapatería y el "makoliquero", el que vendía el Makoli en plena calle y te lo hacía probar cual caldo único, parece haber sucumbido al frío.

La ciudad está creciendo y se hace más moderna, y si no fuera por las ajummnas y los ajoshis que se cuelan delante de ti en las filas, parecería que hasta ha rejuevenecido. Las mujeres siguen siendo igual de guapas, eso sí, y el cabello se les sigue rizando y las camisas se les llenan de estampados de flores cuando pasan de los 50 años.

De todas maneras, ya quedan pocos y pocas. Casi todos y todas se han ido. Y los y las que quedan ahora ya no quieren saber más de otros que han venido de paso, como nosotros hicimos.

Seúl no es lo mismo . Y uno se achanta y no le echa huevos al portero del Mass en Gangnam cuando dice que no se puede entrar....porque somos "demasiado mayores", cuando en realidad quiso decir "demasiado extranjeros".

Pero bueno, todo tiene que evolucionar. Como el "callejón del miedo", donde cocinaban el mejor calamar picante de Seúl, que ahora está a punto de desaparecer ante la mandíbula de las excavadoras, las mismas que pondrán fin al escenario de nuestro quince meses, aquel Seúl en el que fuimos tan felices.
Ah, se me olvidaba. Pensad en los que quedan por allí. Que a veces se aburren.

Tuesday, December 2, 2008

Wednesday, November 26, 2008

EL ARTE DE LLAMAR LA ATENCIÓN

Los coreanos tienen maneras muy peculiares de llamar la atención, ya sea para protestar por alguna causa, para promocionar un producto o por alguna campaña de sensibilización social. No han sido escasas las apariciones de este tipo, como el día que me encontré en un cruce a los simpatizantes del partido gobernante bailando una coreografía de lo más marchosa para atraer el voto. O como aquel soleado día que estreché la mano y crucé algunas palabras con el recién electo presidente de la Asamblea Nacional, que saludaba a los viandantes vestido de héroe guerrero coreano.  En la prensa local he encontrado algunos ejemplos de este surrealista modo de atraer la  atención.

Estos señores, que parecen estar sacándose los "paluegos" después de almorzar, son la plana mayor del Woori Bank, uno de los bancos más grandes de Corea, haciendo campaña por la satisfacción de sus clientes. Sonrrían señores.


Estos otros cachondos son unos funcionarios intentando convecer a sus conciudadanos para que vistan calzoncillos largos en invierno y así ahorrar combustible y evitar el calentamiento global.


En esta foto podemos ver a cuatro jueces respetadísimos, poniéndose en huelga frente a unos juzgados para que se aceleré el procesamiento de un político por soborno. Ahí están, pidiendo unas pizzas para la larga y fría noche que se les avecina.


Eso sí, de todas las formas coreanas de llamar la atención yo me quedo con una. La de las chicas de promoción de novedades en electrónica, que siempres aparecen en la prensa luciéndo palmito y con la marca tatuada en las más sugerentes partes de su cuerpo....las chicas Samsung son las mejores.

Friday, November 7, 2008

TURISMO EN TIERRA DE NADIE


Viajar es lanzarse a lo desconocido, a la incertidumbre de qué será lo que realmente descubriremos fuera de las líneas de esa guía que tenemos en nuestras manos. Pero en realidad la mayor parte de nuestro recorrido forma parte de una ruta planeada que muchos han andado ya y que, dinero mediante, se convierte en la forma más eficaz de meterse ese país en el bolsillo con los pocos días de que disponemos. 

No obstante, fuera de los límites de esa ruta y esas tablas de horarios, hay mucho más, algo que en esas dos semanas no nos dará tiempo a descubrir. Son las sombras de niños que se mueven al borde de las plantaciones de palmera y miran curiosos el coche veloz que nos lleva a ese enclave donde se concentran hombres y mujeres de tez blanca y cabellos rubios. 

El extremo oriental de Borneo es un destino turístico minoritario, sólo frecuentado por buceadores más o menos expertos. La parte malaya de la isla es un vergel sofocante deslucido por monótonas plantaciones de palmera para aceite. Semporna es una de las ciudades más orientales de la isla. La mezquita es el único edificio con un mínimo interés. Las niñas enfundadas en sus velos negros pasan sonrriéntes por entre los turistas, mientras que la lonja a nuestro lado hierve en una actividad frenética. 

De repente, tras el ya normal trasiego de coches con las banderitas de Malasia, aparece una furgoneta con cuatro hombre armados con fusiles. En ese momento recordamos lo que dice la guía: "En 2001, 20 personas, entre ellos varios turistas, fueron secuestrados por Abu Sayaf en Sipadam". Precisamente, la isla a la que tenemos pensado dirigirnos. Pero por el momento, no hay de que preocuparse. Vamos a nuestro hotel, buscamos nuestro club de buceadores y nos cenamos un pescado que hace poco nadaba cerca de nuestro palafito. 

Semporna, en la provincia de Sabah, es un pueblo de pescadores que viven sobre el mar. Sus barracas de madera y chapa se raciman a la orilla somera del Mar de las Célebes. Las aguas turquesas de la ciudad están plagadas de barcos muertos o agonizantes. Cerca de estos esqueletos de dinosaurios de madera, nadan los niños de Semporna; ellas, con velo, chapotean en las cálidas aguas de la bahía.

A la mañana siguiente cuando salimos al mar en busca de arrecifes, nos cruzamos con las pocas lanchas que llevan a los buceadores a sus puntos de inmersión. A veces aparece alguna fueraborda militar cargando ametralladoras y personal, pero lo más común son a las típicas piraguas monoplaza a motor de los habitantes de Semporna. 

Nosotros vamos a Sibuan, la isla de los niños. La isla es una almendra de arena blanca y escasas palmeras que se eleva unos metros del mar. Los habitantes, según nos contó luego una turista preguntona, eran inmigrantes filipinos del cercano archipiélago de Sulu. Los moradores de Sibuan viven es cabañas hechas con hojas de palmeras, aunque frente a ellos flota siempre su barco-casa en el que ondean banderas de vivos colores. Las niñas visten largas faldas y cubren su rostro con una arcilla blanca que las protege del sol. Es como ir 100 años atrás, lo único que nos une al presente son los utensilios de plástico y los buceadores, que se han convertido en una atracción para los niños que por un dólar suben a una palmera para brindarte un coco.

La última isla que visitamos fue Mantabuan una aunténtica isla desierta para Robinson Crusoe. Normalmente nadie se aventura a adentrarse en la isla, la playa es la zona más segura y nunca pasábamos más de 45 minutos en aquellos islotes, cercanos al territorio autónomo de Mindanao,  donde campan a sus anchas Abu Sayaf y el Frente Moro de Liberación. A veces nuestro instructor lo comentaba de pasada: somos muy pocos extranjeros aquí y no sería la primera vez que los secuestran para pedir un rescate. Nadie dice nada, nadie lo toma realmente en serio, este lugar es un paraiso. Isla adentro, destrás de la segunda línea de palmeras, un retén militar malayo nos observa tras sacos de arena, tampoco dicen nada, pero sigen apuntando con sus armas hacia el arrecife.



Saturday, November 1, 2008

Thursday, October 9, 2008

¿QUIÉN DIJO CRISIS?

La evolución del tipo de cambio de Euro a Won sigue al alza a pesar de la crisis económica mundial, incluso después de que la moneda europea se haya abaratado frente al dólar. Si el Euro cae el Won lo hace más rápido. Ahora el dinero español en Corea cunde un 80% más que hace un año.

Tuesday, October 7, 2008

ACTRICES SUICIDAS

La semana pasada murió en un aparente suicidio la actriz Choi Jin Sil, a los 39 años de edad. La súbita muerte de esta famosa protagonista de telenovelas y show televisivos en Corea se ha convertido en una tragedia nacional que ha conmovido a toda la opinión pública. Dicen que Choi no pudo soportar la presión debido a los rumores que circulaban sobre su relación indirecta con el suicidio de otro conocido actor dos semanas antes por problemas de dinero. Su madre encontró el cuerpo inerte de su hija en la bañera la mañana del jueves, 2 de octubre. Desde ese momento las las televisiones han estado emitiendo especiales constantemente e incluso el gobierno se está planteando poner límites a los foros de internet, donde surgieron los rumores

Pero Choi no ha sido la única. Al menos media docena de populares intérpretes coreanos se han quitado la vida en los últimos dos años. Los casos de actrices son los que más han conmocionado al país.
 El drama del suicidio no está limitado a las grandes estrellas, más bien es al contrario, se ceba entre los jóvenes entre 20 y 30 años que no encuentran salida al estricto sistema social coreano. Fracasar en el examen de acceso a la universidad -en el que sólo dos universidades se disputan los futuros empleados de la élite Samsung, LG o Hyundai-, el paro y la soledad, han elevado el índice de muertes autoinflinjidas a 25 sobre 1.0000 habitantes, el mayor del mundo por delante de Japón o Finlandia. Yo, por mi parte, soy muy feliz aquí y a quien le entré la pena que me llame.



Choi Jin Sil. Actriz. 2 de octubre de 2008. 39 años


Jeong Da Bin. Actriz. 10 de febrero de 2007. 26 años



U'Nee. Actriz y cantante. 21 de febrero de 2007. 24 años




Lee Eun Ju. Actriz. 22 de febrero de 2005. 24 años

Tuesday, August 19, 2008

MEGUMI, UN FANTASMA DE 13 AÑOS

Megumi Yokota tenía trece años cuando desapareció. Su figura es un fantasma que atormentó a sus padres durante 10 años, justo cuando supieron que podría seguir viva en Corea del Norte, a donde dicen que llegó a bordo de un barco espía norcoreano tras haber sido secuestrada frente a la costa de una pequeña ciudad japonesa. Me atormenta la imagen de una niña en las bodegas de la nave, húmedas y oscuras, cruzando el mar rumbo a un país desconocido.
Megumi desapareció el 15 de noviembre de 1977 de la ciudad de Niigata, en la costa oeste nipona. La joven, en su uniforme de colegio, con camisa blanca, cargaba su raqueta de badminton y una mochila oscura, cuando se desvaneció. 

Ningún investigador pudo determinar la suerte de Megumi, hasta que otra mujer, Kim Hyon Hui, aseguró haber visto a la niña, ya mujer, en Pyongyang. Hyon Hui, nació dos años antes que Megumi, y tuvo una adolescencia plácida como hija de un diplomático norcoreano destinado a La Habana. Pero Kim Jong Il tenía otros planes para ella. Hyon Hui, una hermosa veinteañera, fue propuesta como agente encubierto. Hyon Hui recibió un completo entrenamiento con el fin de hacerse pasar por una ciudadana japonesa. El objetivo de su misión le fue revelado poco antes de acometerla: hacer estallar un avión de Korean Air con 115 personas a bordo en pleno vuelo.  Era el año 87. Megumi tenía 23 años

La trágica historia de estas dos mujeres se cruza en Pyongyang donde una joven Megumi, enseña japonés a Hyon Hui. Megumi ya se ha convertido en un fantasma, su alma atormentada le hace padecer graves depresiones. Tras diez años conviviendo con el régimen norcoreano ha cambiado su nombre por el de Eun Hae, pero no puede dejar de pensar en sus padres, en sus hermanos, en su oscura adolescencia es la fría Pyongyang, sola.

Tras las pistas aportadas por la espía, los padres de Megumi retomaron su lucha con más ímpetu. Pero las relaciones entre Corea del Norte y Japón no favorecían ningún acuerdo. Pyongyang negaba que Megumi Yokota fuera aquella profesora que mencionó la arrepentida y confesa Hyon Hui. Pero las evidencias parecían apuntar con más fuerza a que su hija fue secuestrada aquella tarde del otoño de 1977 por agentes norcoreanos, que posteriormente la embarcaron rumbo al país comunista. Al menos otros 13 ciudadanos japoneses habían sido secuestrados en fechas y modos similares.

Se dice que Megumi se casó en los 90 con Kim Yong-Nam un estudiante surcoreano que fue secuestrado también a finales de los 70, con 17 años. Según comentaría posteriormente Yong-Nam, desde el hotel cercano a la DMZ donde se organizan los encuentros entre familias de las dos Coreas, Megumi sufría graves depresiones que la llevaron al suicidio a lo pocos años de dar a luz a una hija, que hoy tiene 22 años y estudia en la Universidad Kim Il Sung de Pyongyang.

Los angustiados padres de Megumi aún seguían pidiendo ayuda al gobierno nipón cuando en 2002 se organizó una historica visita que reunió a los jefes de Estado de Japón y Corea del Norte en Pyongyang. Uno de los temas principales de la agenda entre Kim Jon Il y Koizumi era la liberación de los japoneses secuestrados. Finalmente, Pyongyang reconoció haber tenido bajo custodia a 13 ciudadanos nipones desaparecidos en Japón en la década de los 70. En la lista aparecía Megumi Yokota; la siguiente anotación tras su nombre era: fallecida en 1993 (posteriormente las autoridades norcoreanas dijeron que murió en la primavera de 1994). La familia Yokota recibió entonces un nuevo cúmulo de sorpresas. Tras el viaje le fueron entregadas pertencias de Megumi entre ellas tres fotos : en una aparecía de Megumi al poco de llegar a Corea del Norte.  Poco después llegaron sus cenizas que, tras pasar un inconcluyente análisis de ADN, no despejaron las dudas sobre su suerte. Su fantasma aún es un recuerdo que vaga un poco más al norte de donde me encuentro.

La mujer que dio las primeras pistas sobre el destino de Megumi, Kim Hyon Hui, ahora es libre. Dicen que sus principios y su fe en el comunismo se requebrajaron al salir de la sala de interrogatorios. Sus custodios la llevaron a conocer a Seúl y
desde la ventana del coche patrullla vio las luces de esta ciudad, el barullo de gentes y descubrió que la propaganda del Norte la había llevado a arriesgar su vida inútilmente.  Fue entonces cuando lo confesó todo, incluido el paradero de Megumi. Hyon Hui estaba viva de milagro después del complot que montó con otro agente secreto (un coreano de 70 años) para colocar una bomba camuflada en aquel vuelo de Korean Air que desapareció de los radares sobre el mar de Andamán. Ambos fueron capturados en Bahrein después de dejar el explosivo y desembarcar con pasaportes japoneses. Como habían sido entrenados, tomaron sendas dosis de cianuro para no dejarse interrogar, pero Hyon Hui sobrevivió.

En 1989 Hyon Hui fue condenada a muerte aunque con la llegada de la democracia a Corea fue perdonada.  Se sabe que se casó en 1997 y que vive bajo otro nombre y con protección por miedo a las represalias. Creó una familia al sur de Corea, en Gyonju, donde regentaba un restaurante japonés. Se rumorea que ahora reside en Seúl y que debido a sus remordimientos no ha conseguido vivir tranquila y que por ello se divorció.

Ambas mujeres son protagonistas de esta guerra irracional que aún da coletazos en esta zona del norte de Asia. Ambas se han convertido en fantasmas que todavía se mueven entre nosotros y que vienen y van, mientras la gente se pregunta, al igual que ellas, ¿cómo llegamos a esto?

Friday, August 1, 2008

MONGOLIA. EL REINO DEL CIELO

Si la naturaleza reclamase otra vez los dominios que se le enajenaron, pactaría un reino con el hombre y éste sería la vasta e impresionante Mongolia. La lluvia de la ciudad no puede dar de sí más que lo que le permiten los tejados. En Mongolia, una nube, sólo una, se convierte en un espectáculo de colores imponente, en una sombra gris que se mezcla con el sol, el cielo azul y la hierba verde y que cubre de brillos las briznas y las crines de las bestias, difuminando la luz en un sueño mortecino. En Mongolia, una sola colina es dueña de la estepa y es una torre donde se adora al viento que mece a los dioses. El hombre respeta su pacto con la omnipresente naturaleza y la vastedad de sus dominios de tierra, arena y pasto.

Ger in Lake



El camino es una línea que une a todos los habitantes de estas tierras y se le respeta . Nuestro conductor, un hombre corpulento, piel cobriza y de nuestra misma edad lo sabe. Cada vez que pasa por uno de esos montículos de piedras que mezclan tradiciones animistas y budistas, da tres bocinazos representando las tres vueltas al hito que se suelen dar para ganarse el favor de los dioses en el viaje. Estos altares de piedra recuerdan que si la naturaleza quiere todo se acaba, por eso los mongoles detienen la marcha, aportan al montón una nueva piedra en recuerdo y atan un pañuelo azul, símbolo de lo más divino y misterioso que alcanza la vista: el cielo de la estepa.

Nuestra furgoneta todo terreno atraviesa como un relámpago la llanura solitaria, dejando una nube de polvo por donde no ha pasado nadie en horas, días. Los niños aparecen a la orilla gritando, corriendo o cabalgando. Nos ofrecen airaig [ereg], leche fermentada en sus cabañas. El conductor frena la marcha, los mira, les vocea bromas y se ríe. Los chavales, vestidos con el traje tradicional le siguen el juego y al ver que no van a vender más airaig nos piden botellas vacías para preparar una nueva tanda de esta bebida nacional de sabor agrio.

Mientras conducimos atravesamos ríos, montañas, desiertos. Tanteando caminos que se entrecruzan dibujando en la pradera un manojo de nervios de arena, cruzamos rebaños de cabras, camellos, campos de lilas y pueblos fantasmas. Incluso, en nuestro paso raudo por entre las escasas colinas, sorprendemos a un pastor en el plácido momento de cagar. El hombre nos mira atónito, se gira y sigue despreocupado su tarea: él es el dueño de lo que le rodea, en kilómetros a la redonda no había nadie más hasta que pasamos nosotros con el ruido del motor y nuestro disco de hip-hop resonando en la llanura.
Una vez aquí se olvida el tiempo. Despertamos cuando se levanta el sol y dormimos cuando se pone, justo cuando la única bombilla de nuestra yurta (o ger) empieza a tintinear agotando las últimas chispas de la batería que alimenta una pequeña placa solar. Es entonces, cuando el mundo se para, los niños duermen, los animales se aprietan en el improvisado corral y los pocos lobos comienzan a buscar presas bajo un techo de estrellas.
A la mañana siguiente, el rocío trae los olores de la hierba y la letrina a 100 metros del ger es aún un cuartillo respetado por las moscas. La familia que nos acoge nos invita a desayunar y la intrépida Seggie nos explica el ritual. Primero nos ofrecen leche fresca, luego un trago de airaig nos despierta y para añadir sabor le hunden trozos de queso fermentado y seco. Tras este festín de leche con leche, nos ofrecen unos trozo de pan ázimo con algo de carne de cabra. El interior de la cabaña es una colección colorista de recuerdos, fotos, alfombras de fantasía, imágenes de Buda, el Dalai Lama y los antepasados. El cabeza de familia nos brinda entonces -en señal del mayor de los respetos- un pequeño tarro que contiene picadura de tabaco, nos invita esnifarlo, nos mira a los ojos, recibe el tarrito y hace una reverencia.
Describir Mongolia con palabras no sirve para nada, por lo que este texto es papel mojado. El atardecer frente al lago, el descenso hasta el cráter de un volcán o asistir a una clase de monjes en el sangrado monasterio de Kharakhorum no pueden ser recreados con palabras. Setecientos kilómetros de viaje a través de la estepa salpicada de cabañas, la desolación de Ulambator y las borracheras con vodka en pleno desierto no pueden ser adjetivadas y tan sólo los que estuvimos allí y la intrépida Seggie podremos evocarlo.
From EL ALEPH DESARMADO

De vuelta a Seúl, la ciudad oprime. Los horarios, las luces y el tráfico, te devuelven a la realidad cotidiana. Entonces, cogiendo el autobús hacia la oficina te preguntas, como pudimos atravesar media China, hacer noche en el camino, acabar en un pueblo fronterizo de contrabandistas y oportunistas y cruzar la frontera montados en un jeep ruso. De hecho, eso también nos lo preguntábamos una vez en el lado mongol de la aduana, en el preciso momento que nos dábamos cuenta que estábamos en pleno desierto del Gobi sin más certeza que saber que en alguna parte había un tren soviético que nos dejaría en la capital. Cuando llegué a la oficina tenía una resaca espantosa. La vuelta a Pekín desde Ulambator nos había dejado la última anécdota del viaje. La de aquel restaurante vacío en el cenaban unos amigos chinos, los mismo que nos pidieron que nos uniésemos a ellos y que en una hora nos habían emborrachado y empaquetado en un taxi rumbo al aeropuerto. Cuando recobre el conocimiento estaba de nuevo en el monstruoso Seúl con el sabor de boca de un viaje único y sin adjetivos en la maleta.




Ver mapa más grande